El rollo andresiano del avión presidencial y la rifa nacional que acaba de inventar no es más que otro de los acostumbrados distractores sociales que tanto gustan a AMLO. 

México vive momentos preocupantes ya que después de un año de ejercicio de gobierno, el mandatario nacional ha demostrado que impulsa algunos proyectos menospreciando la Ley y que solo puede con los programas que consisten en regalar dinero público con procedimientos sencillos, como los casos de las pensiones a adultos mayores, las becas a ninis y los subsidios a campesinos del programa Sembrando vida o los apoyos compensatorios otorgados a productores cañeros afectados por el bajo precio del azúcar. 

México no puede despegar, esa es la penosa realidad. El terrible tema de la seguridad pública se convirtió en un conjunto de ineficiencias e irresponsabilidades, casi siempre “por culpa de los gobiernos anteriores”. El manoseado tema de la salud y ahora el errático INSABI dan miles de notas negativas a lo largo y ancho del país. Y las plazas laborales perdidas crean todos los días a miles de familias en situación de vulnerabilidad, por no hablar de pobreza creciente e hiriente.

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López Obrador, suavecito, mostrando un aire ingenuo e inocente, como no queriendo la cosa, retomó la semana pasada el asunto del avión de la presidencia, inventándose una ingeniosa rifa nacional para, según él, recuperar recursos que son del pueblo bueno. Un aparato volador que repite no quiere usar, y que ha estado embodegado un año en Estados Unidos con costo de 30 millones de pesos, nada más.

En ese asunto y en todos los demás que no levantan vuelo, la Cuarta Transformación cayó en el tradicional síndrome de la solterona, ese que hicieron famoso en la vieja época en que las mujeres debían llevar dote al matrimonio y la gente acuñara la frase: “fulana, no sale ni en rifa”.

Esa es la única realidad. Las cosas no salen con rifas u ocurrencias que denotan desconocimiento, valemadrismo y falta de oficio. Y lo más delicado es que esos modos, lo que muestran son mecanismos ramplones utilizados para disminuir la atención sobre casos o problemas graves, generando burla nacional e internacional.

Mientras tanto el mundo sigue girando y las naciones se preparan para invertir más, mejorar sus economías e incrementar el bienestar de su gente. Está iniciando el Foro de Davos y la reunión de las potencias. Y las agencias especializadas presentan sus encuestas, sus estadísticas y sus proyecciones. El periódico El Economista publicó ayer una encuesta aplicada a líderes empresariales del mundo. “México sale del top 10 de los mercados más atractivos para invertir: Encuesta PwC”. Tras ubicarse en noveno lugar en 2019, México le deja el sitio a Brasil un año después, informa el periódico especializado en economía y negocios. Y aquí viene lo interesante: hace un año, el 19 de enero de 2019, la Gaceta Económica del Gobierno Federal (ya lopezobradorista), publicaba la encuesta PwC de ese tiempo, donde la consultora internacional refería la buena posición de la economía mexicana. 

Y no acaban ahí las informaciones. Ayer mismo se difundía la noticia de que el Fondo Monetario Internacional (FMI) recortó expectativas de crecimiento para México. Casi al mismo tiempo, la Cámara Nacional de Vivienda (CANAVI) anunciaba la reducción a la mitad del presupuesto para reconstrucción de vivienda. 

Estos hechos pueden ser resultado de dos situaciones que, si se miran bien, polarizan: Con inusitada facilidad el presidente de la república golpea, ofende y estigmatiza a adversarios y críticos. Esto atrae muchas dificultades, entre ellas que los empresarios e inversionistas nacionales y extranjeros prefieran llevar sus capitales a otros destinos. Y que los sectores productivos no ayuden a que despeguen los planes del gobierno. 

La conclusión es una sola y afecta el desarrollo del país y al mandatario mexicano: pegar es una cosa; despegar es otra. 

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