En el acto de asunción de Sara Ladrón de Guevara como rectora de la Universidad Veracruzana en septiembre de 2013, la antropóloga enarboló un discurso que enfocó en cuatro grandes ideas que jamás concretaría: tradición e innovación como premisas fundamentales; innovación académica con calidad; presencia con pertinencia e impacto social en el entorno y, por último, una gestión responsable y con transparencia.

Pero su mayor transparencia la logró con la adquisición de una mansión de 12 millones de pesos en el centro histórico de Xalapa; el impacto social lo tuvo con un inmenso bailable de jarochos y soneros frente a la catedral; la innovación la plasmó en un Plan de Desarrollo para el gobernador Yunes, que jamás evaluó, junto a una marcha multitudinaria y llorosa para reclamar aportaciones duartistas que después “cobró” durante el gobierno cuitlahuista para liquidar un fuerte adeudo con el SAT obradorista. 

Y para vergüenza de los buenos maestros que hay en la institución, la población universitaria vivió una interminable serie de agresiones y escándalos de acoso y violencia de insanos docentes contra estudiantes de ambos sexos en varias facultades.

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Sólo faltaba la evidencia de simulación y atraso en la UV, que ayer desveló Palabras Claras en una investigación periodística con datos del CENEVAL, respecto a los reconocimientos por excelencia que ese centro evaluador da a los egresados de licenciatura que obtienen las máximas calificaciones con el examen EGEL (una opción de titulación) que aplica a universidades y demás centros superiores de estudio.

Y fue desalentador descubrir que, en una comparativa entre 53 instituciones nacionales que se disputaron 2031 reconocimientos de excelencia, la Universidad Veracruzana recibió en 2011-2012 solamente 20. Y en el año 2019 subió, pero sólo a 40, de un total de más de 4,463 premios, cuando otras instituciones con menor matrícula escolar, tradición y años de operación, obtuvieron cifras bastante mayores. 

Al comparar los datos entre 2012 y 2019 del propio CENEVAL, la UV pasó del lugar 19 al 26 en ese listado, es decir que perdió 7 lugares, una circunstancia que en mucho puede ser atribuible al gris rectorado de Sara Ladrón de Guevara.

En ese ranking mantienen un nivel sostenido la Universidad de Guadalajara, la Universidad Autónoma de San Luis Potosí, la Universidad Autónoma de Yucatán y la Universidad Autónoma de Hidalgo. También han avanzado sustancialmente instituciones como la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo (conocida como Universidad Nicolaíta), Universidad Autónoma de Nuevo León, la Universidad de Sonora y la Universidad de Guanajuato. 

La UV tiene una matrícula total de 88 mil estudiantes y ofrece 331 programas educativos. Pero el centro de estudios superiores más reconocido en la región sureste es la Universidad Autónoma de Yucatán, que tiene una matrícula menor que en 2011-2012 obtuvo 118 premios de excelencia y en el año 2019 consiguió 177. Cabe señalar que hasta el año 2011 el CENEVAL había evaluado a 853 mil egresados de licenciatura en la nación y en este año suman millones de evaluaciones en sus diferentes exámenes.

Para el caso de la UV, los resultados de los exámenes EGEL deberían servir para hacer inferencias sobre la calidad de los programas de licenciatura y sobre la competitividad que sus egresados pudieran mostrar en el campo laboral y profesional. Porque además de masificar la educación universitaria, como necesariamente ocurre, debería buscarse la excelencia académica de la universidad más antigua del tercer estado más poblado de México. 

El CENEVAL es la institución que tiene los datos más confiables para calificar el nivel académico de la Universidad Veracruzana. Pero ajena e ignorante de la seriedad de las evaluaciones que esa institución hace a alumnos de nuevo ingreso y a egresados de licenciatura, Sara está feliz y realizada porque en el terreno de la autocomplacencia, la boyante rectora ya se premió con una lujosa residencia en un paradisiaco terreno de miles de metros cuadrados, que adquirió en módicos doce millones de pesos que le dejó su habilidosa gestión en la Rectoría.

Los sabios de la universidad que están dilucidando en estos momentos al que elegirán como Rector, seguramente no quieren caer en equivocación. Mientras tanto, evocando aquellos doce millones de Sarita, seguramente alguien en la oscuridad está gestando alguna buena semilla continuista para asegurar el tipo de dones “académicos” que prefiere la capilla de moda.

Con todo en contra en la institución, los pocos egresados que con su propio esfuerzo formativo logren la excelencia, continuarán recibiendo los Premios CENEVAL que puedan allegarse en los exámenes EGEL.

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