La designación en favor de Manuel Bartlett, que hizo el jefe del país moreno para que se convierta en titular de la Comisión Federal de Electricidad (CFE) a partir de diciembre próximo, está causando tremenda revolución en las estructuras políticas mexicanas. Y lo que son las cosas, el amoroso pueblo nacional y su mesías tabasqueño han decidido que Bartlett es inocente de toda inocencia, como aquel benévolo personaje de la popular leyenda de Chucho El Roto que robaba para los pobres.

Poderosas figuras de diversos sectores, que no los desfallecientes mexicanos, han cuestionado la suprema decisión de López Obrador. Tatiana Clouthier, la excoordinadora de campaña presidencial, aseveró este lunes que para ese cargo “había mejores prospectos”. Pero la habladora norteña, también aceptó cándidamente que el ahora presidente electo no le ha pedido opiniones.

En realidad, no hay error, si se ve de la siguiente manera. Si se analiza el objetivo primordial que se había trazado desde hace años el mandatario electo, la designación de Bartlett fue la mejor decisión. Porqué, por lo siguiente: ¿Quién fue aquel mago que hizo un maravilloso borrón de votos y una cuenta nueva que favoreció a Carlos Salinas, cuando el sistema se cayó y le robó el triunfo presidencial a Cuauhtémoc Cárdenas?

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Por supuesto que fue Manuel Bartlett, quien además de gobernador de Puebla, ocupó la secretaría de educación, y la de gobernación, en aquel aciago y tramposo año para el movimiento de izquierda mexicano.

Entonces, quién era mejor candidato que Bartlett, si el tema era o es hacer otro borrón y otra cuenta nueva. No había nadie mejor, lo que sucede es que los inconformes no comprendieron los olímpicos e impenetrables alcances de Andrés Manuel.

Lo que pretende AMLO es que la experiencia de Bartlett lo ayude a su programa “Borrón y cuenta nueva”, para perdonar los adeudos que tienen con la CFE muchos mexicanos de las zonas calurosas del país y que, por los altos costos de la energía, no pueden pagar.

Usando ese criterio, y ya en el entorno veracruzano, encontramos que por acá existe Francisco Fernández Morales, un personaje que, en ese esquema del perdón que acompaña a López Obrador, habría que convertir en mártir, y de ser posible, apartarle un cargo en la Comisión Federal de Electricidad.

Francisco Fernández “El Potro”, es un político de Actopan que lidera un movimiento de resistencia civil contra las altas tarifas de luz, que integran más de 40 mil familias inconformes de la zona centro del estado. Con la fuerza de su grupo y con la mano en la cintura triunfó en los comicios de 2004 y llegó a ser diputado local por el PAN. Después negoció su paso al PRI, y como consecuencia -diría él y su gente- fue a dar con todo y sus herrajes al penal de Pacho Viejo por dos años. El gobierno de la república puso fin a esa historia que en sus volantes repartidos a la población se denominaba Resistencia “La leyenda de Chucho El Roto”.

Desde luego que el borrón y cuenta nueva que hará el gobierno de Andrés Manuel ayudará a miles de veracruzanos de ese movimiento, que tienen expedientes legales abiertos a causa del no pago, actitud que resultó innovadora a principios de este siglo.

Este 2018 observa la resurrección política de Manuel Bartlett. Y también la tranquilidad para todos aquellos jefes de familia que no pudieron o quisieron pagar las estratosféricas tarifas que suelen aplicar en regiones cálidas. Y el efecto local puede traer otra consecuencia. En Veracruz podría surgir renovada, y con otros fines sociales, la lucha de Francisco Fernández y su legendario movimiento de resistencia.

Nadie está equivocado. Ni López Obrador ni tampoco Bartlett. Ni lo estuvo en el año 2000 aquel Potro que presumía vivir en el ombligo de Veracruz.

La transformación morenista avanza sin descanso. El músculo no duerme; la ambición tampoco.

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