La etapa final del Caso Duarte en su sentencia de 9 años en el reclusorio de la Ciudad de México, está moviendo muchas cosas en México, pero las más notorias son dos, por un lado, el humano afán de Javier Duarte por salir de prisión, movido por muchas necesidades familiares y de aburrimiento, junto al de las nostalgias y deseos de cumplirse algunos gustillos entrañables.
Pero otras cosas que también se mueven en el imaginario colectivo, son las pesarosas sombras que acompañan a los augurios u oráculos, en un estado en el que al único que se recuerda en el tema de las predicciones, es aquel identificado hace pocas décadas como El Oráculo de Veracruz, por su envidiada habilidad o don de visualizar escenarios en lo político, en lo social o en el propio acontecer estatal, que no era nadie más que el fallecido Froylán Flores Cancela, reconocido periodista mexicano de una época en que los premios nacionales en esa complicada labor, no se daban como en deslucida maceta del siglo XXI.
Y si se habla de nostalgias en el caso de Duarte, estas seguramente tienen que ver en un 99 por ciento con el anhelado encuentro con sus seres más queridos. Y quizá el uno por ciento restante esté oliendo demasiado a los aromas de las deliciosas tortas cordobesas de La Rielera, un platillo de factura artesanal-gourmet de la culta tierra de los 30 caballeros y un célebre doctor de la abundancia y el autocomplaciente merecimiento.
Pero si se insiste en algún oráculo para este Caso, y en este tiempo, quizá debamos referirnos a lo que ya puede estar operando y mandando señales negras, que pudiera bautizarse como el visionario Oráculo de La Aurora, en referencia a una tenebrosa e inaccesible barranca del municipio de Emiliano Zapata, muy cercana a Xalapa y a la Academia Estatal de Policía, en la que, según las actuaciones o documentaciones judiciales, en la época de Javier como gobernador de Veracruz, se iban a tirar desde aeronaves oficiales (al estilo sudamericano) los cadáveres de personas que aún están generando terribles dudas y pesadillas en sus deudos y en varios valientes colectivos de búsqueda de desaparecidos.
Porque este tema de La Aurora, anda desde no hace muchos años en tribunales estatales y federales y ya alcanzó al de La Haya, contabilizándose en torno a ello, cifras en decenas de desventurados desaparecidos que esperan avances, justicia y descubrimientos forenses.
El tema viene a colación en un momento en que Duarte no ha podido beneficiarse del justo beneficio de salir de reclusión por buena conducta. Un juzgador lo ha impedido, y por eso resaltan aquellos sangrientos pendientes de La Aurora, como posible causa, o tal vez, ya conociendo que una de esas causas evolucionó a una posible detención en semanas próximas, que desde algún poderoso rincón de Palacio Nacional, está amarrándose y cuidándose para ayudar a mejorar la alicaída imagen del Gobierno de la República, del achaparrado segundo piso claudista y el de la torpemente tuneada Cuarta Transformación obradorista.
Quizá La Aurora esté agregando páginas a su causa, o ya está amenazando, hablando o desvelando verdades desde esas malolientes profundidades y el augurio resultante se encamina a impedir la salida de la cárcel de Javier Duarte, el famoso exgobernante de las tortas, que jamás vislumbró escenarios como la caída del prófugo o la vil ausencia de los apetitosos olores de La Rielera.










