Los funerales de Manu habían convocado a gran parte de la sociedad argentina y al mundo deportivo. Familiares, amigos y jugadores de polo, provenientes del país y del extranjero, llegaron al cementerio de Mar del Plata a rendir homenaje al hombre que se despidió de las canchas un día antes de su trágica muerte en la carretera. Periódicos y programas de televisión dieron cuenta de los hechos y sus posibles repercusiones.

Tres meses después del terrible accidente, Gabriela seguía en estado de shock y su salud desmejoraba. Por esa causa quedaron abandonados a su suerte los finos caballos pura sangre, al igual que “Sospechosa”, la yegua consentida y compañera de Manu en el palenque. Los nobles animales resentían la ausencia del jugador y las caricias de la atribulada dueña.

En la estancia, los padres de Gabriela no cejaban en su empeño de distraerla y hacerle ver que la vida tenía que continuar. Su avanzada edad hacía grande el agobio por la responsabilidad de cargar con la desventura de su hija y sus nietos.

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—Querida, debemos hablar con Gabriela—le dijo Matías a su esposa—. Me siento viejo para seguir atendiendo los negocios. Gabriela, tiene que empezar a dirigir lo que tanto le ha costado conseguir. Estamos obligados a sacarla de ese marasmo en que se encuentra. Pero antes de que venga aquí, pongámonos de acuerdo en que es mejor para ella ignorar la relación que Manu tenía con su abogada. Y nadie me va a decir que no es cierto, porque me di cuenta de las reacciones de esa muchacha ante el féretro de Manu. Esa relación que él ocultaba con dificultad, es mejor que nuestra hija la siga ignorando, si es que no la descubrió ya. Ve a buscar a tu hija, y dile que venga a hablar conmigo de inmediato. Que se lo ordena su padre, y que si no viene, iré a su habitación a hablar con ella de una buena vez. O viene, o voy, pero tenemos que hablar ya.

No fue necesaria mayor presión. Gabriela llegó a los pocos minutos y se acomodó displicente en un sillón junto a su madre. Miró a su padre y esperó el discurso que imaginaba.

—Mi amor, perdona que ya no pueda seguir esperando a que restablezcas tu ánimo—le dijo Matías—. Pero es necesario que hablemos seriamente del día a día. En primer lugar, quiero reconocer que lo que has pasado, ha sido tremendo. La muerte de una persona tan cercana a uno, siempre representa un golpe moral del que es difícil recuperarse. A veces, pasan los años, y uno sigue sufriendo la pérdida. Es algo normal; un sentimiento legítimo, generoso y leal con el que se fue.

Pero el mundo sigue, y uno debe mantenerse en la brega—continuó explicando—. Entiende que tu madre y yo, ya somos unos viejos a quienes les cuesta seguir moviendo el molino de la hacienda. Te pido que abandones el luto que tú misma te has impuesto, y que, pensando en tus hijos, en su patrimonio y en su futuro, asumas de una vez por todas, la dirección de las empresas, la ganadería y los negocios familiares.

Tenemos que informarte las últimas novedades—agregó, preocupado—. En este tiempo en que has estado encerrada, sucedieron cosas importantes. En relación a Alex y su anunciada visita desde España, tienes que saber, que pasaron uno, dos, tres, y muchos días más, y hasta ahora lo seguimos esperando; tampoco ha habido comunicación telefónica suya, o sobre su persona. Al final de cuentas, la llamada que recibió tu madre, y que desencadenó toda esta desgracia, sigue siendo un misterio para nosotros.

Pero eso es lo menos destacado –alertó Matías–. Lo que sí es importante, es el tema del seguro de vida de Manu, en el que tú eres la beneficiaria. Es por cien millones de libras, ¿recuerdas?, aquel que contratamos en Londres. Pues, resulta que la aseguradora, exigió un peritaje que obligó a la reconstrucción del accidente. Acaban de decirme que existen muchas lagunas e inconsistencias, y que por ello, detendrán el pago. Pero sólo durante un año. Si no aparece otra duda más, te lo aprobarán en definitiva. De acuerdo con el informe de las autoridades, el camión cisterna frenó bruscamente delante del auto de Manu, ante lo cual él no pudo detenerse, porque, debes saber que tu difunto marido, viajaba a más de doscientos kilómetros por hora. Por otro lado, a los investigadores se les hizo extraño que el tanque del camión, con capacidad de diez mil litros de nafta, ese día sólo llevara quinientos. Para empeorar las cosas, el intenso sol del mediodía originó vapores internos que, finalmente, causaron la explosión del carro tanque, atribuida por algunos ingenieros, a que hizo cortocircuito un cable en mal estado. El otro detalle que les pareció extraño, dentro de un vehículo argentino de transporte de combustible, es el hecho de que en la cabina, hayan encontrado un trozo de billete de avión que deja ver el logotipo de la aerolínea Iberia. Hasta ahora, las autoridades no han encontrado explicación a esa inesperada circunstancia. Además de lo anterior, a causa del incendio que duró varias horas, el cuerpo del conductor quedó irreconocible; las manos y la cabeza desaparecieron, encontrándose únicamente el tronco del infortunado.

—Mira, papá, he meditado mucho en todo lo que ha sucedido durante estos meses—contestó Gabriela—. Poco a poco, las noches de angustia y zozobra van desapareciendo, dando paso a la paz y la resignación. Algo me dice que mis hijos verán a su padre hasta que sean mayores y hayan hecho familia. Creo que en ese momento él se les hará presente.

—Quizá la muerte de Manu, sea el indicio de que por fin terminó la etapa en que tuvimos que salir huyendo de España y establecernos aquí—reflexionó con tristeza—. Él fue parte de esa época de éxodo, penurias y silencio. Pero ya todo terminó y todo es distinto. Y hay algo más que debo confesarles. Si vemos las cosas fríamente, tengo que reconocer que Manu aún era joven. A toro pasado, he pensado que quizá fue preferible que muriera. Lo amaba tanto, que si un día, él hubiera decidido dejarme por otra, seguramente más joven, no lo perdonaría bajo ninguna circunstancia. Soy una mujer que odia el engaño de un hombre. Ante esa posibilidad, quien sabe cuántas barbaridades habría sido capaz de realizar.

Y tienes razón, papá –aceptó, resignada–. Aunque se ha graduado en la universidad, Alex requiere de mi asesoría y enseñanza en el manejo de los negocios. Y mis hijos menores me necesitan cerca de ellos por estar viviendo su adolescencia. Sé que tengo que estar más atenta de los muchachos. En el plano personal, estoy convencida de que la vida con Manu fue hermosa y emocionante, pero en realidad, ya no estaba en condiciones de andar de fiesta en fiesta o de campeonato en campeonato, como lo hice con él todo el tiempo. Es un lindo estilo de vida, eso sí, pero es cansado, y yo, como bien dices, estoy obligada a acrecentar mis inversiones y las de mis hijos.

Me da gusto por ti—señaló Matías, con alivio—. Es bueno que asumas tu responsabilidad de madre. Además, no olvides que varias de las propiedades e inversiones siguen a nombre de Manu. Te recomiendo resuelvas con urgencia esos pendientes legales.

Así pasaron los meses. En Sierra de los Padres, la tranquilidad volvía poco a poco. Las verdes llanuras se cubrían con miles de terneras y equinos que pastaban y enriquecían el paisaje de la pampa. El clima brindaba condiciones propicias para el desarrollo del ganado y producción de la soja. Gracias al tesón y al esfuerzo realizado en la estancia y las empresas, la familia de Gabriela vivía a plenitud en la tierra alguna vez prometida por Matías.

Lejos de Argentina, en algún sitio del hemisferio norte, un obeso y desaliñado sexagenario se observaba al espejo con ojos brillantes y rumiando su suerte. Maldecía los años perdidos en prisión y las fuertes cantidades de euros que tuvo que gastar en protección, y cuya suma, después de tanto tiempo en reclusión, representaba la última riqueza que sintieron sus manos. Una fortuna que se evaporó entre las rejas y que jamás podría disfrutar, como alguna vez lo planeara durante sus noches de insomnio. Con el estómago vacío, bebió la última cerveza que atesoraba en la nevera y salió a caminar el casco histórico de la pequeña ciudad. De esa manera olvidaría el hambre que le corroía las entrañas. En la desesperación por la falta de alimento, recordaba a sus compañeros de andanzas políticas, a quienes el gobierno embargó propiedades, cuentas bancarias e inversiones. No tenía ningún caso buscarlos, para qué hacerlo. Se convencía de que casi todos ellos, estarían pasando tiempos tan difíciles como los suyos, alejados de familias que fueron alcanzadas por la vergüenza y el escarnio.

Los años transcurrieron. El tiempo desvanecía la vieja trama del tesoro gallego y el recuerdo del deshonesto e irresponsable Alex, el más joven dirigente de la Xunta de Galicia, en toda su historia. Los que no olvidaron el caso, lamentaban el hecho de que la justicia española no hubiera sido capaz de recuperar los fondos robados al erario en aquellos tiempos. Cerca de cuarenta mil millones de euros, estuvieron envueltos en investigaciones interminables. Decenas de juicios se instauraron contra los funcionarios ladrones. Se difundieron miles de páginas de periódico y horas de transmisión en radio y televisión, además de las estratosféricas cifras de menciones, acusaciones e insultos en redes sociales. Con todo ello, los tribunales sólo pudieron recuperar alrededor del diez por ciento de lo que desapareció de las arcas públicas.

Mientras Alex desfallecía a causa de su miserable destino, a miles de kilómetros de distancia, Gabriela y su familia enseñaban al mundo que ellos sí eran seres privilegiados y merecedores de abundancia. Bendecidos mortales, a quienes la verdad hacía libres.

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