El quince de junio pasado será una fecha imborrable para el gobernador de Veracruz. Con su estilo característico, ese día ante el presidente de la república en su gira relámpago por Xalapa, Cuitláhuac García presumió de logros estatales propios, resaltando los doce mil millones de pesos que el gobierno federal ha repartido en pensiones a adultos mayores, becas a estudiantes y apoyos a productores del programa sembrando vida.

Pero su momento cumbre fue cuando con toda ligereza y falta de conocimiento de la realidad nacional, pronunció estas palabras que no venían al caso y que pretendieron halagar a López Obrador. En una parte de su intervención dijo: “El pueblo está de su lado, con confianza, confía en el gobierno federal…Nosotros no coincidimos con la visión (en alusión a otros gobernadores que se han inconformado). Nosotros, un servidor y su equipo de gobierno estatal, creemos que no es momento de hacer grupo. Me parece una intención como golpista, lo veo… ¡separatista! … sería mejor la palabra”.

El mañanero error cuitlahuista tuvo que ser corregido por AMLO minutos después, apoyándose en un reportero que le preguntaba si veía una intención golpista: “No es un agrupamiento golpista -contestó el ejecutivo federal-, ni siquiera separatista, porque no están planteando desprenderse de la república, es un asunto político; estrictamente, diría yo, politiquero, pero somos libres y ¡prohibido, prohibir! Tienen derecho a manifestarse, se tiene que garantizar el derecho a disentir” dijo, después de deslindarse de los dichos de su discípulo, el que debió haber tragado saliva, si se dio cuenta de la pifia cometida en su emoción ante el micrófono.

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Pero la reprobación presidencial se sumó a otras en un corto lapso. Una de ellas, la descalificación de la Iglesia Católica a la legitimación reciente del concubinato de personas el mismo sexo y a la falta de energía del gobierno, opuesto a denunciar daños a instalaciones religiosas por grupos anarquistas en Xalapa. 

Otra más, la inconformidad de grupos y cámaras empresariales como la Canaco, originadas por la negativa del gobierno de Cuitláhuac, a dar mayores apoyos a los emprendedores afectados por la pandemia. 

Esta semana surgió otra señal en contra del gobernador de Veracruz. La del senador Ricardo Monreal cuando en entrevista con Carlos Loret, tuvo que reconocer la mala gestión de Cuitláhuac y de los gobernadores de Puebla y Morelos. Monreal aceptó que cuando hay mal gobierno, esto afecta a MORENA, señalando que “el voto te lo puede quitar la gente y por lo mismo, en la elección que viene (a diferencia de la anterior, donde Andrés Manuel iba en la boleta electoral), no se podrá poner a cualquiera”.

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De qué tamaño será el disgusto estatal contra su jefe de gobierno, cuando se percibe que AMLO y el régimen morenista autorizaron y lograron retirar de la constitución local la revocación de mandato, tema encubierto entre otros como la reducción de recursos a los partidos y la reestructuración del organismo electoral con criterios de austeridad.

Pero el problema es a un nivel superior. Los mandantes veracruzanos repudian a su mandatario no solo por escuchar pronunciamientos o señalamientos de actores prominentes. No es solo eso. La sociedad y los diferentes sectores se dan cuenta de que en este gobierno no acabó la corrupción o el nepotismo, como se ofreció; se dan cuenta de que los funcionarios nombrados (en SEDECOP, en SALUD, en SIOP, en Turismo, en Medio Ambiente, en Trabajo y Previsión Social, en SEDARPA o en SEGURIDAD PÚBLICA, entre otros) no están haciendo un papel decoroso en las dependencias. No pasan la menor prueba de competencia y eficacia. 

Nos acercamos a la ruina económica, la delincuencia campea en el territorio, el sistema de salud está rebasado y se presenta alta letalidad en los enfermos de Covid-19, como se observa en los municipios de Veracruz, Coatzacoalcos, Minatitlán, Tihuatlán, Poza Rica, Nanchital, Boca del Río, Perote, Coatzintla, Xalapa y Medellín.

El pueblo veracruzano conoce los problemas que lo aquejan y desconoce los actos y acciones de gobierno que en sus redes sociales presumen realizar los funcionarios. Cómo enmendar esa imagen. O acaso esperaremos que Cuitláhuac siga sin dar señales y en lugar de ello, apure el pago de la deuda pública para justificar un gran aparato burocrático que rinde poco. Pero para aprobarle esa estrategia, que no sería del todo mala, tendría que mandar a su casa a la enorme cantidad de payasos, charlatanes y mañosos que cobran altos sueldos por utilizar membretes, camionetas de lujo, guardaespaldas y pines del escudo estatal.

Haciendo a un lado a la de Javier Duarte, no se había conocido por estos rumbos una comparsa de simuladores tan desvergonzada como la actual.

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