Esta es una de las frases que dejó a la posteridad el régimen justicialista de Argentina, gracias a la palabra del fallecido expresidente Juan Domingo Perón, quien fuera protector y marido de la célebre Evita, aquella a quien tras su muerte el mundo le habría dedicado emotivas canciones, libros y hasta dos o tres películas. 

La cita peronista ha sido usada también por algunos políticos mexicanos. Uno de ellos fue don Fernando Gutiérrez Barrios en sus casi tres años que estuvo por Veracruz, cuando fue candidato y después gobernador. Pero en estos tiempos cuitlahuistas, en su cuarta transformación, la frase vuelve a estar vigente, más por carencia que por esencia, lamentablemente.

Los escasos seis meses de gestión como gobernador, han hecho lucir muy poco a Cuitláhuac García Jiménez. Han trascendido más los escándalos de carácter administrativo que las obras iniciadas o concluidas. Eso sí, el hombre ha lucido radiante sonrisa durante las siete ocasiones en que ha venido el presidente López Obrador a alzarle la mano y a repetirnos que es un hombre “muy honesto”, como todos los morenistas. Cabe señalar que en su corto periodo en el mando estatal, las cosas se le han complicado debido al aumento de la criminalidad, desde luego no atribuible a él.

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Cuitláhuac empezó cerrando el Museo Interactivo de Xalapa (MIX), para convertirlo en oficinas burocráticas. Luego volteó para otro lado mientras sus colaboradores despedían a miles de empleados, aunque hubiesen votado por MORENA, como informaron puntualmente los medios de comunicación. Los meses siguientes han estado salpicados de suspicacia y desconfianza en varias de sus secretarías: la adquisición o arrendamiento de patrullas con sobrecosto -según los denunciantes-, la adquisición de medicamentos a un empresario y súper delegado federal, extrañas decisiones en el DIF y la adquisición de alimentos para penales veracruzanos, todas estas operaciones por cientos de millones de pesos, y todas con el gracioso dedazo.

Y para rematar las cosas, las acusaciones de nepotismo en no pocas dependencias del poder Ejecutivo, acusaciones encabezadas por el caso del subsecretario Eleazar Guerrero, a quien mucha gente de la región identifica como el agraciado primo del gobernador.

Los demás secretarios que no han caído en escándalos, prefieren hacer mutis y esconder o evitar las acciones o programas. Cuando aquellos enmudecen, Garibó, Argüelles, Gutiérrez Maldonado o Ramos Alor, por citar a los más señalados, no pueden justificar hechos o acciones gubernamentales, en los que se perciben signos de irregularidad a todas luces. 

Lo más grave de todo, es que los altos funcionarios que están siendo cuestionados por la sociedad o los sectores productivos, han salido a dar explicaciones sobradas de soberbia, irresponsabilidad o desconocimiento. Se repiten en Veracruz los modos que muestra el presidente de la república para explicar sin explicar, o para sacar “otros datos” cuando así le conviene o cuando quiere acallar un tema. 

Sólo basta con ver el video que corre por las redes y medios de comunicación donde el propio gobernador de Veracruz usa palabras para justificar todo y hace alusión a su abuela para salirse por la tangente en el trillado tema de su primo y del nepotismo, que trata de exprimirse como molesto barro del rostro.

Muchos veracruzanos, señor gobernador, se están preguntando ahora, qué tanto se hace dentro de la Ley, y qué tanto de lo que hace el gobierno, se hace fuera de ella. 

Seis años pasan demasiado rápido. Y más, cuando faltan la decencia y los resultados prometidos.

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