En un sexenio de gobierno donde día a día se borda y magnifica un discurso anticorrupción, de honestidad a toda prueba y de interés por los más desposeídos de México, es muy lamentable que ande rodando por los suelos el tema del respeto y la protección de los derechos humanos.

Es una verdadera contradicción que el presidente López Obrador insista en asuntos pasados donde las administraciones que le precedieron ignoraron, ensuciaron o maltrataron los derechos humanos de los mexicanos, mientras que los temas actuales le resultan indiferentes y molestos, cuando no manipulados por los conservadores, según su decir.

De los primeros que el mandatario quiere aclarar, reinvestigar y ahora sí “procurar justicia”, deben destacarse, el rescate de los mineros de Pasta de Conchos en Coahuila, el incendio de la guardería ABC de Sonora o el enredado y ya internacional caso de los 43 estudiantes desaparecidos de Ayotzinapa, Guerrero. Todos estos conforman la agencia mediática de los derechos humanos al gusto y conveniencia de AMLO.

De la afectación de los derechos humanos que escandalosamente ocurre en su régimen, y que su gobierno no ve o minimiza, pueden mencionarse los casos del programa de guarderías que desapareció y canceló, o el de las medicinas para los enfermos de cáncer que mueren de manera criminal porque al sistema de salud no compra, o el de los derechos que tienen los enfermos y fallecidos por el pésimo manejo de la pandemia de coronavirus, o el del imparable asesinato de periodistas y ambientalistas en el territorio, o el de las decenas de reclamos de atención de las mujeres del país y los cientos de feminicidios que no ve su gabinete, y tampoco Rosario Piedra, la presidenta de la Comisión Nacional de Derechos Humanos.

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Puede concluirse, sin temor a equivocación, que el gobierno de López Obrador no quiere mirar y no acepta las terribles fallas de Rosario Piedra Ibarra, la funcionaria que llegó al cargo sin merecimientos y atropellando la ley, y que continúa ignorando y siendo omisa en todo lo relativo a la procuración y respeto de los derechos humanos de los mexicanos.  

Los derechos humanos de la población no son asuntos prioritarios del gobierno obradorista. Pero sí lo son, los sucios derechos de malos morenistas o neomorenistas ambiciosos y acomodaticios, los que por el solo hecho de haber apoyado las campañas presidenciales de Andrés Manuel, parece que ahora tienen permiso para destruir las instituciones a su cargo, llevándolas al precipicio de la incompetencia.

Una de esas personas es Rosario Piedra, la que se comporta como una dura y pesada roca que destruye todo a su paso al descender desaforadamente por los caminos del fracaso institucional de los derechos humanos en México. 

Pero no es el único caso de manejos mediocres e irresponsables de la actual gestión federal: la acompañan gentes como el doctor López Gatell, el corrupto Manuel Bartlett, la atlética Ana Guevara, el todólogo Zoe Robledo en el IMSS e Irma Eréndira Sandoval, la autodenominada “piedra angular” de la función pública, por mencionar a algunos de los personajes que están convirtiendo a la Cuarta Transformación en voluminosa piedra rodante obradorista, de la que es preferible hacerse a un lado, ante el peligro de terminar aplastado.

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