Con todo y que algunos soñadores audaces siguen insistiendo en sacar del gobierno a Cuitláhuac García Jiménez el próximo uno de diciembre, para colocar en su lugar a un sustituto que creen dirigiría mejor la administración, la realidad es que en estos tiempos, el exprofesor universitario no ha tenido en su cabeza mayores preocupaciones que aquellas de tipo normal en un mandatario estatal mimado consistentemente por el presidente de la república.

En estos momentos, las únicas preocupaciones naturales de García Jiménez podrían ser, en el ámbito familiar, el vehemente deseo de que su hermano, el neumólogo Xicoténcatl García, supere con bien la enfermedad de Covid-19 que se está tratando en un hospital, supuestamente en la ciudad de México.

Y en el terreno profesional, la preocupación que debe dar vueltas en la cabeza del mandatario veracruzano, es la relativa al contenido del segundo informe de gobierno que deberá presentar a mediados del ya cercano mes de noviembre. Cientos de expectativas ciudadanas y hojas de papel difíciles de llenar.

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Pero fiel a su estilo relajado, Cuitláhuac vive tranquilo estos complejos meses de coronavirus, que el generoso destino le brindó y que, como alguien superior ya mencionó, le están quedando como oportuno y lucidor anillo al dedo. 

Cómodo anillo al dedo, se afirma, porque la pandemia, aunque pésimamente tratada por su gobierno, cuando se comience a convertir en recuerdo, habrá exigido cuantiosas aportaciones humanas, materiales y financieras con cargo al erario, además de incuantificables recursos políticos y sociales que llenan ya miles de páginas periodísticas y horas de audiencia que, de no existir tan terrible virus, estarían ocupadas por soluciones pendientes, peticiones sin atender y demandas relacionadas con su raquítica gestión gubernamental.

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Porque al señor ingeniero, agarrándose de las justificaciones y como todos han comprobado a lo largo y ancho del estado, no le interesa mucho el tema de los resultados de gobierno. Por un lado, el hombre recibió una tesorería mínima, por el otro, el impedimento de que, sobre las finanzas estatales, penden fuertes compromisos de pago de una deuda bancaria en miles de millones de pesos, que muy poco permite proyectar y hacer.

Y lo que queda en tesorería, el jefe de gobierno lo está transformando en pequeñas obras y acciones, que habilidosamente informa y “transparenta” en las redes sociales, el medio que prefiere para informar a la gente.

Esas benditas redes sociales que, si algo quieren plantearle o exigirle, pueden hacerlo, con la misma eficacia y alcance que Cuitláhuac propone. Utilizando un esquema comunicacional que recuerda al artista Chabelo; sin responsabilidades y sin mayores sorpresas o recriminaciones. Con una premisa que consiste en un simple “Yo te mando estas sandías, y si quieres, devuélveme papayas o jícamas, no hay problema, así catafixiamos entre nosotros.”

Por eso los veracruzanos deben olvidarse de obras públicas relevantes o resultados de gobierno aceptables. Su trágico sexenio será recordado como el sexenio del coronavirus, un periodo sin luces ni frutos, donde todo lo que había en caja, se destinó íntegramente a la atención de la pandemia y a las ayudas económicas o asistenciales entregadas al pueblo sabio. 

Y contarán después los historiadores obradoristas: lo mejor fue que en ese trabajo de titanes, nadie se robó nada, porque López Obrador fue quien puso a Cuitláhuac. Y con ello demostró que en Veracruz sí se puede gobernar sin corrupción.

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