Los productores del campo suelen ser personas esforzadas que se tienen que acostumbrar a la frecuente disminución de sus ingresos por motivo de las famosas mermas. A veces por la sequía, a veces por las plagas en los sembradíos, a veces por la bajada de los precios, muchas veces por el coyotaje de los acaparadores y también por las reiteradas pillerías que en su contra cometen líderes malos, funcionarios ambiciosos y políticos corruptos.

En México ningún productor agropecuario se escapa de ese agobiante y amargo destino. Lo resaltó en su tiempo Emiliano Zapata, lo usó como discurso Luis Echeverría y lo utilizaron López Portillo y Peña Nieto como pretexto para robar con descaro.  También López Obrador lo usa como mañanera muletilla acercadora con la gente. 

Pero en la 4T, como ocurre cuando a alguien le ponen un “cuatrote”, apareció otro tipo de merma: la merma bancaria -por darle un nombre campirano- que está perjudicando a cientos o a miles de productores que reciben un apoyo “presidencial” anual durante los ciclos de siembra en mayo y junio, y que a la hora de ir a cobrarlo o retirarlo del banco, se dan cuenta que ya es menos de lo que el gobierno transformador les depositó.

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Se trata de los subsidios que se dan en el marco de un programa que se llama Producción para el Bienestar, que se autoriza en forma anual y que se da para fortalecer a productores del campo en diversas acciones que tienen que ver con la siembra y la cosecha. Y la pregunta que preocupa aquí, es si estos miles de apoyos aprobados con buena fe y recibidos con mucha esperanza de cambio, están siendo rasurados con anuencia o sin anuencia superior.

Consideremos el ejemplo de Veracruz, uno de los mayores productores del campo junto a Sinaloa y Jalisco. Se han dado miles de apoyos a cafeticultores, a cañeros y a sembradores de árboles, fundamentalmente. 

Hablamos de una pérdida anual que puede ser superior a dos mil quinientos pesos por productor. Si una “pequeña” comisión bancaria de 208 pesos por no mantener en la cuenta un saldo de cuatro mil pesos, repetida mes con mes, reduce sensiblemente los recursos que deben destinarse a las siembras y al cultivo, lógico es que estas pérdidas repercutirán en la economía de los agricultores y en los resultados finales esperados por todos.

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La segunda pregunta es si esta torpe mecánica, operada por un funcionario ignorante y sin cultura financiera, es desconocida por los altos jefes. De ser así, hablaríamos estrictamente de un fructífero negocio del banco implicado.

La tercera inquietud es si este tipo de operación mañosa se da en preparación a los futuros manejos del Banco del Bienestar, que anteayer se insinuó mueve tras bambalinas un personajazo “honesto, honesto”, del calibre del tabasqueño Cabal Peniche, de malos recuerdos.

La cuarta pregunta es si a la gente que reclame esa merma bancaria, la darán de baja los sembradores de palacio nacional. Sabemos que los productores afectados en esta trampa no quieren cancelar esas cuentas que les abrieron desde una oficina, porque temen que al cancelarlas o, al quejarse en las oficinas de SADER, de la Secretaría del Bienestar, o con el delegado estatal, les cancelen la dádiva “que les da el presidente”, por haber sido revoltosos, complicados o por no entender los estilos morenistas.

Este es un asunto delicado que debiera resolver a fondo Manuel Huerta Ladrón de Guevara, porque se trata de dos grandes mermas: la del productor y la de la credibilidad de AMLO. Y no importa que se meta con posibles intereses de los titulares de SADER, de la Secretaría del Bienestar, de los célebres Siervos de la Nación o de quien se trate.

Y que Manuel lo haga con cuidado y pulcritud. Que no actúe como aquel bravucón político veracruzano de Soledad de Doblado que quiso convertirse en redentor campesino y salió crucificado, con la cola entre las patas y con olor a cañería.

Las siembras chuecas o pobres en sustratos, deben corregirse a la brevedad. La mala semilla y las acciones equivocadas solamente pudren y envenenan tierras que pueden ser muy fértiles.

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