El uno de marzo próximo, las autoridades municipales de la capital del estado cumplirán sus primeros quince meses de acudir al Ayuntamiento a hacer como que trabajan en beneficio de la población xalapeña. 

Aunque hablar de los quince, recuerda a las jóvenes que se presentan en sociedad, en el caso de Xalapa y su equipo gobernante, sus quince meses de actuación, más que de resultados, no los deja en condición de que el pueblo o sus dirigentes políticos los festejen. 

Cuando las muchachas cumplen sus 15 años, la gente dice de ellas, que alcanzaron sus florecientes primaveras, o que llegaron a la edad de las ilusiones. O que inicia una etapa de transformaciones que las conducirán al logro de objetivos y metas personales.

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Pero en el triste caso del alcalde Hipólito Rodríguez Herrero, del resto de los ediles y de sus principales funcionarios, y también del destino de Xalapa, con ese deficiente equipo calificado por muchos como mediocre, no se esperan ni florecimientos, ni ilusiones, ni transformaciones positivas y tampoco de logros. 

Los señores ediles, desde el más alto en posición, hasta el más modesto de ellos, no han cumplido cabalmente con la sociedad, a pesar de que por ir sobre el ferrocarril morenista, todo mundo pensaba que este cuerpo edilicio imprimiría cambios sustanciales al modo de gobernar y a sus efectos.

Todos los ediles -el alcalde, la síndica y los regidores- han estado en permanente fiesta, hablando descaradamente de honestidad y transparencia, y esperando que el gobernador o el presidente de la república vengan a hacerles la tarea. Lo que ninguno de ellos parece darse cuenta, es que la inacción, la falta de resultados y la irresponsabilidad, son sinónimos de corrupción pura y dura. Cobrar por no hacer nada es corrupción aquí y en China.

Alguien puede informar cuáles son los aportes de Hipólito, de Rafael Pérez Sánchez, de Consuelo Ocampo, de Juan de Dios Alvarado, de María Consuelo Niembro, de Érika Yerania Díaz, de Pedro Alvarado y de los demás regidores. 

Los señores del palacio municipal han devuelto cuantiosos recursos federales debido a su incompetencia. Se han escondido y callado, a pesar de haber observado el terrible incremento de asesinatos, robos, violaciones, secuestros y cobro de piso en su territorio. Quince meses presentando solamente unos vergonzosos reencarpetados de calles, como signo de la obra pública municipal. Y han cambiado y recambiado colaboradores y la mejora no aparece.

Unos llegaron con inmaculada y portentosa fama académica, otros con tremendo currículum político, otros con alta capacidad negociadora, y otros con timbres y medallas de funcionarios duchos y expertos. Pero el resultado es atroz. Xalapa está al garete, presa de actitudes balbuceantes y en manos temblorosas y desfallecientes.

Coatzacoalcos entero ya se manifestó el sábado contra la inseguridad y la ineficiencia de su alcalde. No falta mucho para que ocurra lo mismo en Xalapa, donde la delincuencia también ha llegado a hacer sus fiestas negras contra la inerme población. 

Pero no pasa nada, dicen los altos jefes. Sin embargo, LOS PATITOS FEOS DE MORENA se están ahogando en el mar de la ineptitud, llevándose a las oscuras aguas a una sociedad que confió en ellos y en la Cuarta Transformación que trata de impulsar Andrés Manuel López Obrador. 

Ojalá que los ediles de Xalapa lean y reflexionen el artículo 8º de la Cartilla Moral del Gobierno de México, que tanto promueve el Ejecutivo Federal: “Cuando el gobierno (que no es lo mismo que la ley) comienza a contravenir las leyes, o a desoír los anhelos de reforma que el pueblo expresa, sobrevienen las revoluciones.”

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