Una de las últimas piezas moderadas en el gabinete del presidente Andrés Manuel López Obrador se rompió con la renuncia de Tatiana Clouthier a la secretaría de Economía. Antes lo hicieron Germán Martínez, al IMSS; Carlos Urzúa, a la secretaría de Hacienda; Javier Jiménez Espriú, a la SCT; Julio Scherer, a la Consejería jurídica de la Presidencia; Alfonso Romo, a la Jefatura de la Presidencia; son algunos de los funcionarios que optaron por retirarse del proyecto de transformación.

En el terreno de la lucha política nacional, Dante Delgado, líder de Movimiento Ciudadano y el político multidisciplinario Porfirio Muñoz Ledo, ex aliados de López Obrador, ya marcaron su distancia. Desde diferentes trincheras y con sus particulares modos, ambos se han pronunciado por la no militarización del país, y han señalado los presuntos nexos entre el narcotráfico y el gobierno federal, la corrupción y la incapacidad en muchos de los funcionarios públicos, gobernadores, legisladores y alcaldes morenistas, entre muchas cosas. El exdiputado morenista calificó a AMLO de “envejecimiento cerebral” y Dante, en su última carta, dijo que el ejecutivo “cayó en la traición, el desencuentro y el rencor”.

La distancia de cientos de actores políticos que apoyaron a AMLO y las dimisiones al gobierno federal no han sido sólo por diferencias con el proyecto, sino porque el mandatario es un hombre que no tiene capacidad de escucha y ha demostrado ser intolerante y totalitario, además de estar cercado de un grupo de impresentables que sólo buscan servirse del poder, con una prisa insaciable. Cualquiera que se atreva a refutarle es congelado, aislado, visto como un adversario de su gobierno y, si resulta necesario, se le ataca y persigue. 

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En el caso específico de Tatiana Clouthier, ella expresó en la mañanera, desde la indignación -que nace cuando se atropella, se violenta, se miente o se promueve la maledicencia- que: “mi oportunidad de sumar está agotada. Uno tiene que saber, como en el juego, cuándo retirarse”. El subyugo obradorista no dobló a Tatiana, la liberó. López Obrador, el que pide a los criminales ‘abrazos, no balazos’, quedó inscrito en la incordialidad, al negar un abrazo a su excolaboradora. Tal vez por ello la exfuncionaria declaró sarcásticamente que uno de los motivos de su dimisión fue porque: “una jauría rodea a AMLO”. 

Sin embargo, lo que pudo haber retumbado en la conciencia de la regiomontana durante los meses previos, fue la entrañable enseñanza de su padre Manuel Clouthier, a quien ella debió escuchar muchas veces pronunciando una de sus atinadas frases para la posteridad: “que no haya ilusos, para que no haya desilusionados”. Y es que, gracias al trabajo y convencimiento, durante la campaña presidencial en 2018, los grupos de Tatiana Clouthier, Carlos Urzúa, Germán Martínez, Julio Scherer, Alfonso Romo, y varios más, convencieron y tranquilizaron a empresarios poderosos y a buena parte de la clase media de México, en el sentido de que Andrés Manuel ya no era el hombre desenfrenado y que desde ese tiempo electoral traía una posición política moderada. 

Pero las pasiones de López Obrador y de muchos de sus seguidores -empapadas de dolor o de cualquiera de los sentimientos de inferioridad- pudieran indicar que son faltos de talento y apenas se adaptarían a las nuevas circunstancias del mundo y del México que se transita. Por desgracia, el daño que la 4T ha provocado al país, con sus políticas públicas populistas sin crecimiento económico que las sostengan, podría requerir de algunos decenios para enderezar la nave y encauzar el crecimiento y el verdadero desarrollo.

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El descontento es visible en amplias capas de la sociedad mexicana. La ciudadanía observa que hay una dictadura con vestimenta social, como aquel lobo cubierto con piel de oveja deseoso de engullir alimento; un estado de cosas en el que el gobierno se encuentra dominado por las fuerzas armadas, la violencia, la inseguridad, la inflación y, en medio de todo ello, la costosa y cansina promoción de sus ‘corcholatas’ para asegurar la sucesión.

Y aunque haya una cierta mayoría de mexicanos que están hartos del gobierno de López Obrador, el presidente está convencido de que es capaz de tapar la boca a tanto discordante con los presupuestos más sociales de la historia, y no es simple retórica, su administración está dispuesta a gastar en esos programas u obras caprichosas como si no hubiese mañana, con tal de perpetuarse en el poder.

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La política es un reino de sorpresas y México precisa un cambio de importancia que no se puede mover con el simple impulso del voto útil. El enfrentamiento constante, una oposición básica y sin programa o con programas gastados, finalmente son puro bla, bla, bla. Se debe construir una alternativa creíble, nacional, clara y comprensible y eso no puede hacerse sólo con críticas, culpas ajenas, quejas o vagas promesas de que lo haremos mejor y sin incomodar a nadie.

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