Cualquiera podría afirmar que México se convirtió en el país de los sueños. Una nación habitada por niños que creen todo aquello que escuchan y donde todo puede suceder. Un lugar fantástico y sinigual donde la palabra del patriarca es ley. Y ese padre que no se equivoca jamás, no es otro que el presidente Andrés Manuel López Obrador.

Lleva casi ocho meses dictando la agenda nacional desde una conferencia mañanera en la que se desglosan y se puntualizan los temas importantes para los mexicanos, según su criterio omnipotente. Si están o no, en los planes o en las leyes, eso ya es otra cosa. Los que disientan o los que no estén de acuerdo con el jerarca, simplemente pueden irse. Como ya ocurrió en estos meses, y como puede seguir sucediendo con gentes que empezaron el sexenio como leales y fieles seguidores de AMLO.

En estos meses lamentablemente entramos también al país de los “otros datos”, que se quieren imponer a chaleco y con nalgada, como si la población fuese en efecto, totalmente infantil. Y por desgracia, hay un gran porcentaje de personas que creen en esos “otros datos”. 

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El mismo efecto a conseguir y las mismas intenciones de corte autoritario, se vieron hace 20 años en Argentina, donde los regímenes de gobierno borraron a conveniencia los datos oficiales que sustentaban el desarrollo del país. Porque no convenían las comparaciones entre gobiernos internos y con otras naciones.

Situación similar pasó tiempo después en Venezuela, donde los únicos datos válidos fueron los originados en la república bolivariana de Chávez y después de Maduro, periodo que enterró las estadísticas oficiales de ese país, como también acabó con la riqueza petrolera y con sus reservas internacionales en dólares y en oro.

Y el aviso de que acaban los datos oficiales en México, le llegó al CONEVAL, el Consejo para la Evaluación de la Política de Desarrollo Social, el que, como varias de las instituciones nacionales, este año está sobreviviendo con el recorte presupuestal que le aplicaron desde la SHCP. 

El reconocido CONEVAL mexicano está cumpliendo 15 años de estadísticas serias que permiten comparaciones internacionales y está por entregar su informe anual de datos sobre la pobreza y la eficacia de las políticas sociales de los gobiernos federal y estatales.

Por desgracia para este organismo, parece que fue incluido en aquella conocida y aplicada sentencia de Andrés Manuel “al diablo con sus instituciones”. Debido a la falta de recursos, a partir de este año tendrá que dejar de elaborar varios estudios e investigaciones.

Pero en Palacio dicen que no hay problema. El gobierno federal está, ahora sí, realizando su “política de bienestar en beneficio del pueblo sabio”. 

Políticas de repartir dinero público en ejemplos como estos: a los estudiantes de bachillerato -que votarán en 2021- les están llegando sin haberlas gestionado, becas o subsidios. A los cañeros, ahora molestos por la tardanza en el depósito bancario, les darán un subsidio para compensarles la caída del precio por tonelada. A los discapacitados, también molestos por la tardanza, a partir de este año, recibirán un apoyo especial por ser parte de la población vulnerable. Y primero lo recibieron los afortunados ninis becados.

El infortunio viene cuando para dar estos apoyos recién creados, simplemente se usó la idea de los recortes presupuestales, la austeridad a rajatabla y la estrategia milenaria de jalar la cobija de un lado, aunque se destape del otro lado. Y los resultados de estas medidas se empezarán a ver en meses próximos con ominosas señales, primero el desempleo, después la recesión.

Mientras tanto, y sin imaginarse que estas decisiones cupulares pueden empeorar la economía nacional, alguien que opera el centro de información e inteligencia, podría reponer en los medios de difusión masiva, aquella vieja canción de Cri-Crí que decía: Y así soñando sin despertar/ los cochinitos pueden jugar/ ronca que ronca y vuelta a roncar/ al país de los sueños irán a pasear. 

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