Conforme han transcurrido los meses en Veracruz, la gente que se mueve por los pasillos del poder ha podido confirmar que existe una cerrada tercia de ases que mueve los hilos del estado: el gobernador Cuitláhuac García, el secretario de educación, Zenyazen Escobar y el diputado local Juan Javier Gómez Cazarín. Por mucho que se insista en otras personas, en lo político y en la cercanía, solo los dos mencionados cuentan con el respaldo decisivo del mandatario jarocho.

Del secretario de educación mucho se ha hablado e inventado. Todos saben que cuenta con miles de profesores que a diario y a todas horas mencionan su nombre, sus palabras y sus acciones.

Por parte de Gómez Cazarín en el Congreso del Estado, después de nulificar a Pozos Castro, su primer acierto fue el de vencer a un destacado diputado sureño que le peleó con recomendaciones, mañas y dientes la Junta de Coordinación Política (JUCOPO). 

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Con esa representación conseguida con sangre y sudor, hace poco pudo operar las costosas negociaciones con los legisladores para defenestrar al incómodo exfiscal Jorge Winckler, huidizo yunista que tuvo que marchar a inciertos destinos.

Aunque cercanos en el corazón, atrás quedaron aquellos difíciles días en Coatzacoalcos, donde conoció a estratégicos aliados y fraternos hermanos de juventud en el primer círculo de Marcelo Montiel. Distante quedó también de aquella dura etapa en el municipio de Hueyapan (de Gaspar), de su generosa tesorería, de sus periodistas inquisidores y de las malas obras que le adjudicaron en sus incursiones constructivas, bajo la cuidada supervisión de Jorge Carvallo, el otrora hombre fuerte de esa región. 

Ahora Juan Javier es el flamante presidente de la JUCOPO que pretende seguir manejando y dejar en manos afines. Pero para ello tiene que construir una plataforma que lo dispare a otras latitudes mejores. Unos piensan que quiere la reelección. Pero quizá el poderoso diputado prefiera una secretaría como la SEDESOL estatal. Con semejantes maestros duartistas que lo “couchean” en abierto y a discreción, Juan Javier presiente que se convertiría, fácilmente, en el mejor titular histórico de esa área de operación político-electoral. Y por qué no pensar en acercarse más al jefe, si hasta en Palacio de Gobierno podría hacer el uno-dos con su amigo Cuitláhuac.

El de Hueyapan se siente con hambre y ambición suficientes para luchar por lo que sea. Ha hecho méritos. Cuenta con respaldos de primer nivel, con la doctoral pericia recién adquirida en la Legislatura y con las reconocidas habilidades para la negociación con personas exigentes, demostradas desde los años mozos en que ganaba buenos bonos vendiendo automóviles. Y para buscar el cargo, sabe que tiene el mejor patrocinio que existe hoy en día en Veracruz y que las estrellas se le han acomodado.

Por eso, en ciudades, pueblos y rancherías de su zona natal, al puro estilo y presupuesto Adelante de Vicente y compañías fantasmas, cada fin de semana Gómez Cazarín visita y revisita a las familias, lleva su sonrisa amigable y todo aquello que las comunidades requieran, haciendo gala de los modos inclusivos y exclusivos que se necesiten. Los grupos de poder tradicionales ven en él a alguien que puede poner más en alto a los Tuxtlas. 

Los Carvajal, los Uscanga, los Benítez, los Carvallo y todos los demás pudientes y empoderados de nuevo cuño y fortuna, observan recelosos el trote incansable y seguro de un deslumbrante caballo negro que campea feliz por llanos, colinas y selvas.

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