Este miércoles la maestra Elba Esther Gordillo anunció que pretende apoderarse del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE), que con gran audacia le arrebató Enrique Peña Nieto al inicio de su sexenio, cuando este la acusó de malos manejos financieros y la llevó al reclusorio.

En esa ocasión, de nada valieron las fortalezas y el sindicalismo de décadas que sostenía a la lideresa.

La medida le sirvió al presidente Peña para llevar a cabo su ofrecida reforma educativa. Pero llega López Obrador a la primera magistratura, y también vinieron mejores tiempos para la maestra Gordillo. Como por arte de magia, el sistema aplicó un borrón y cuenta nueva y de haber estado en prisión, en pocos meses la señora volvió por sus laureles. Y quiere encabezar otra vez el mayor sindicato magisterial de Latinoamérica.

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En algunas ocasiones, Palabras Claras ha dado seguimiento a este caso. En el editorial del 10 de agosto anterior, con el título ELBA ESTHER Y LA LEY DE HILADOS Y TEJIDOS, se comentó lo siguiente:

“Así fue como Elba Esther apoyó a Salinas de Gortari, a Zedillo, a Fox y a Calderón. Y parece que su pacto con Enrique Peña no fue del todo satisfactorio para él, porque un día, el presidente del copete y la gaviota le jugó una mala pasada en el aeropuerto de Toluca, y le enderezó…un proceso legal que la llevó al reclusorio y después a la prisión domiciliaria.”

“Y es en ese momento, cuando se aprecian las cosas extrañas y las jugadas de fantasía de nuestra procuración y administración de justicia. Y aquí surgen las preguntas. Acaso Peña dio por cobrada su venganza y dejo en paz a la maestra Gordillo, adelantándose a López Obrador y obligándolo a respetar al Poder Judicial. O que, en la víspera de recibir su constancia de presidente electo, mientras Andrés Manuel hacía su discurso y escribía que “El Ejecutivo no será más el poder de los poderes, ni buscará someter a los otros, decidió llamar a Peña Nieto para exigirle o pedirle la exoneración de la lideresa y así pagarle los favores electorales recibidos.”

La realidad es que Andrés Manuel tiene todas las estrellas a su favor. Acabó con los demás partidos políticos, y con ayuda de la maestra, le pondrá un enorme nudo gordiano al quisquilloso sector magisterial. Con tanta división (acrecentada con la disidente Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación CNTE), el magisterio deja de ser un problema político. Sentada la maestra en su silla magisterial, y con el repudio de los profesores molestos con ella, el otrora poderoso sindicato tiende a convertirse en un heterogéneo conjunto de grupos con menor fuerza política.

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