El periódico New York Times y otros medios internacionales han destacado los cambios que tendría la política de Estados Unidos con la posible derrota de Donald Trump en la elección presidencial de noviembre próximo. El candidato demócrata Joe Biden va adelante en las preferencias ciudadanas de varios estados, incluyendo Florida, un territorio donde el mandatario estadounidense ha tenido fuerte aceptación.

El candidato Biden ha prometido el crecimiento del país norteamericano con la consigna de salvaguardar los temas ambientales y la generación de energía limpia.

Por ello es factible que, si el demócrata gana la presidencia, México tenga que incorporar la agenda ambiental de sus vecinos a los procesos productivos, de desarrollo industrial y generación de energía, o cuando menos hacer adecuaciones en los temas que tienen que ver con la preservación de los recursos naturales, de cara al tratado de libre comercio.

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De ser ese el caso, López Obrador tendría que revisar varios de sus proyectos insignia, entre ellos el Tren Maya, el plan de desarrollo del Istmo de Tehuantepec, la Refinería de Dos Bocas y el Aeropuerto de Santa Lucía, además de reinterpretar los temas relacionados con los gasoductos, la energía solar y eólica, entre otros, junto a los muy observados programas forestales y agroalimentarios y los demás proyectos de desarrollo urbano o industrial que gestiona su administración.

Es paradójico el olvido ambiental de AMLO, si se recuerda que justamente los argumentos ecológicos en torno al aeropuerto de Texcoco, fueron los que direccionaron a su cancelación lo que hasta 2018 fue el símbolo de la modernidad y el mayor proyecto de infraestructura del expresidente Peña Nieto.

Hasta ahora, en una consonancia sorprendente y estratégica con Donald Trump, el presidente López Obrador ha adecuado varias de sus líneas de acción, a los estilos y necesidades preelectorales del jefe de gobierno estadounidense.

Entre los asuntos que podrían evolucionar a su cancelación definitiva y al reconocimiento de la lucha social que tienen en contra, es el relativo a los diferentes proyectos de minería que mantienen férrea oposición a nivel regional, entre ellos el proyecto Caballo Blanco, que se ubica en los límites de los municipios de Actopan y Alto Lucero, a unos kilómetros de la planta nucleoeléctrica de Laguna Verde, tema en el que el subsecretario de minería mexicano ha preferido hacer elegante mutis y que por fortuna el Partido Verde Ecologista de México ha criticado acremente en el congreso veracruzano. 

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Cabe señalar que este tipo de minería a cielo abierto cuenta con el rechazo absoluto de Víctor Toledo, el áspero secretario de medio ambiente del gobierno obradorista, quien el día de ayer se refirió en los medios de comunicación, como un funcionario a disgusto con la presente administración, y quien además se quejó de Alfonso Romo, al que señala como “el operador principal para bloquear todo lo que sea en la línea de lo ambiental, de la transición energética y de la agroecología”.

De concretarse el triunfo de Joe Biden, como especulan agencias especializadas, López Obrador estaría en la necesidad de dar un giro de 180 grados en el manejo de muchas de las áreas de su gobierno. La agenda ambiental y sus promotores y defensores recibirían mejor tratamiento.

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