No es de José Ramón López Beltrán, de quien se habla este día, porque es bien sabido que el vástago del presidente se conduce erráticamente, es cierto, pero siempre contando con la venia y el orgullo de su señor padre, que no le encuentra defecto alguno. De lo que aquí se analiza es una alternativa para buscar un camino viable que conduzca a una sucesión morenista para conservar bajo esas siglas el próximo gobierno federal, después del de Andrés Manuel López Obrador.

Y la única forma posible para conseguirlo, pasa por imitar la estrategia de Felipe Calderón cuando el michoacano se impuso a Santiago Creel después de autonombrarse “El hijo desobediente”, y convertirse en candidato del PAN durante el decadente y criticado gobierno de Vicente Fox, en la primera década del siglo XXI. Recuérdese que sólo como hijo desobediente, fue como pudo llegar al Palacio Nacional.

Y este hijo desobediente de la tercera década, malo pero necesario para el obradorismo, no es otro que Marcelo Ebrard Casaubón—si se decide—. Porque Monreal sería cubierto de lodo, apenas surgiera en esa intención sucesoria. Su hermano gobernador le ayuda mucho en esa penitencia que le impide ser candidato ganador. Y se insiste en Marcelo, porque este se ha comportado como hijo, sin llevar la sangre, desde hace más de 20 años, que ha consentido hacer lo que le manda el líder tabasqueño. 

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Pero debe justificarse porqué se insiste en un hijo desobediente ahora. Primero: la mitad de gobernantes de la Ciudad de México son de oposición, a partir de que la sociedad fue a votar en la pasada elección de alcaldes y dejó de creer en el cambio que les ofreció López Obrador.

Segundo: en la consulta del pasado domingo, a nivel nacional, sólo uno de cada cinco ciudadanos votantes, fue a votar por la ratificación de López Obrador, los demás no quisieron manifestarse, ignorando la convocatoria presidencial. Esto sólo indica que la gente no está con el partido MORENA y con sus máximos representantes, entre ellos Claudia Sheinbaum, la considerada como el delfín del mandatario nacional para la sucesión.

Tercero: Por dos ocasiones, Claudia Sheinbaum mostró no tener convocatoria ni en su propio territorio, donde lleva años trabajando. Eso la hace un prospecto débil para efectos sucesorios, además de que su personalidad gris no es atractiva para los que emitirán el voto guinda.

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Considerando lo anterior, si en este momento Marcelo Ebrard adoptara una actitud del tipo de Felipe Calderón, en aquellos años del foxismo, el canciller mexicano podría hacer algo para restaurar las posibilidades de MORENA en la lucha por la presidencia de la república y obligar a empujar la simpatía de su jefe en favor de su propuesta. Si este no lo entendiera, Ebrard podría jalarse el apoyo de Movimiento Ciudadano o de otras fuerzas. Y recordemos también el manto protector que en forma cautelosa y adelantada le tendió Carlos Slim en el asunto de los muertos del Metro hace pocos meses.

El presidente López Obrador debe estar muy preocupado en la soledad de su cuarto. El triunfalismo desorbitado y multicitado sólo anuncia desánimo y desesperación en la cúpula. Hay mucho, muchísimo optimismo desbordado sobre la transformación en México. Lo que no hay es transformación en el país. Sólo un hijo desobediente lo salvaría de un futuro nada boyante.

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