Parece que la maldición que le dejó a Xalapa el alcalde anterior, continúa en la gestión de Hipólito Rodríguez Herrero. Aquel terminó haciendo gala de costosas ocurrencias que muy poco beneficiaron a la gente, mientras que el munícipe actual continúa investigando el significado de lo que es gobernar a la capital del estado.

El aprendizaje de Hipólito y de la mayoría de sus colaboradores está llegando a su octavo mes, y por lo que deja ver la acumulación de fallas en que han incurrido, el problema podría continuar por quien sabe cuánto tiempo más. Para su infortunio, la sociedad es cada día más intolerante a las autocomplacencias, irresponsabilidades, promesas y rollos florencientes.

Cuando Hipólito obtuvo la alcaldía en junio de 2017, los habitantes del municipio vieron con optimismo al vencedor de la elección. En el editorial del día 26 de ese mes, titulado HIPÓLITO RODRÍGUEZ: PREPARARSE PARA GOBERNAR, Palabras Claras refería la confianza ciudadana en que el nuevo alcalde entregaría buenas cuentas a los xalapeños. Entre otros aspectos, esa vez se dijo lo siguiente:

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“Pero también se puede pensar que los que deben ayudar al gobernante, no lo pueden hacer, porque no están al nivel que debieran. Si ese es el caso, nadie dudaría en que esos ineficientes elementos deben renunciar y no seguir dañando al superior que los invitó. Porque no sólo incumplen con Yunes Linares; le fallan al pueblo veracruzano.”

“Por esa clase de circunstancias adversas es muy probable que varios alcaldes electos, estén meditando en cómo llevar a cabo la organización del gobierno en sus municipios, y también, buscando a las personas que invitarán como colaboradores.”

“Así mismo, estos alcaldes que entrarán en funciones deberán entender que no pueden comportarse como islas…Hipólito Rodríguez ha manifestado dos cosas que hay que aplaudir: se retirará a la docencia y a la investigación, una vez concluya su gestión municipal.  También ha dicho que auditará la gestión de Américo Zúñiga Martínez.”

Han transcurrido los meses en el Ayuntamiento y sólo se han visto pasar innumerables inconformidades por la ausencia de resultados, además de que las auditorías ofrecidas y sus efectos punitivos continúan en el olvido.

Lo más desesperante es tener que aceptar que el municipio de Xalapa podría hasta elaborar un Top 1000 de baches, derrumbes, colectores azolvados, acumulación de basura y desperfectos de instalaciones públicas que no se atienden.

Colonias como El Mirador, Indeco Ánimas, La Reserva, Rafael Lucio, Revolución, Nueva Xalapa, Casa Blanca, Sumidero y Carolino Anaya, están llenas de baches y sufren de serios problemas de alumbrado público. Es el caso de avenidas importantes como Arco Sur, Encanto, Ferrocarril Interoceánico y varias más, donde los baches son el paisaje cotidiano y el motivo de constante afectación social. En muchos sitios, la acumulación de desechos se convirtió en nido de animales rastreros y contaminación.

Tratando de justificar esas constantes fallas, uno de los santones de Hipólito, dijo que para atender esos reclamos por fin lograron que una empresa entregue 700 toneladas de cemento. De esa confesada torpeza, nadie dijo nada, pero debe reconocerse que es una pifia de primaria que no corresponde a un director de área. Sería conveniente que esa idea de retirarse a la docencia o a lo que sí se domina, se aplicara a gentes como este funcionario de la obra pública.

Si López Obrador hace efectiva la propuesta de medir en consulta pública a los gobernantes a mitad de su gestión, bueno sería hacerlo también en Xalapa. Y es que el alcalde xalapeño debiera acordarse de que aquel que cobra un salario, está legalmente obligado a entregar resultados. Incumplirle al pueblo que emitió su voto, constituye también una forma de corrupción.

Porqué se afirma esto. Porque después de cansarse de esperar obras y servicios de calidad, de conocer la brillante idea del chile xalapeño para identificar turísticamente a la capital veracruzana, de escuchar pleitos internos o de copiar a Américo en la vacilada esa de la vía recreativa, no se esperan grandes cosas de Hipólito y sus académicos colaboradores.

Y para estar a tono con la nostalgia chilera del alcalde, sólo falta que alguno de sus ayudantes con iniciativa, llegue a amenizar los domingos distractores haciendo sonar en los altavoces aquella llorosa canción de Cepillín—que Hipólito debió haber oído con sus hijos— en la que el payaso de los niños enternecía con este estribillo:

Polito, Polito, mi gorrión chiquito/ mueve las alitas y canta bonito/ Polito, Polito, mi gorrión chiquito/ se va por el cielo, volando bajito.

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