La primera tragedia del expresidente Andrés Manuel López Obrador de sus años de gloria cenital en enero de 2019, fue aquel accidente en el municipio hidalguense de Tlahuelilpan, donde murieron 137 personas a causa de la explosión de un oleoducto que había sido reiteradamente intervenido por un grupo de ladrones de combustibles que campeaban a sus anchas en esa entidad federativa. 

En aquella ocasión el entonces mandatario nacional mostró su afición por la comedia, desgarrándose las vestiduras, vociferando un patriótico nacionalismo y prometiendo encarecidamente que con su mandato acababa el tiempo del huachicol en México. 

Para impactar a la opinión pública que no conseguía abasto suficiente de gasolina, ordenó al secretario Marcelo Ebrard agilizar la adquisición de una flotilla de 671 pipas para afrontar el desabasto de combustibles en el país. En su conferencia matutina repetía cansinamente que se había terminado aquel asunto del huachicol o robo de combustibles que sangraba la economía nacional por la corrupción de los funcionarios de gobiernos pasados.

Fueron años de su gobierno en que el ejército adquiría una fuerza jamás vista en la historia nacional, convirtiéndose en el sector predilecto de AMLO para construir la obra pública más grande de su administración y para administrar las aduanas, entre otras tareas no militares. Nombró al almirante José Rafael Ojeda Durán al frente de la Secretaría de Marina, otorgando al militar xalapeño todos los poderes para operar esa área estratégica dependiente de Hacienda. 

Pero bastaron pocos años para que la cruel realidad desvelara a los mexicanos que el robo de combustibles seguía y sigue vivo haciendo mayor el añejo boquete de PEMEX. Desde principios de 2025, ya con su sucesora Claudia Sheinbaum en el palacio nacional, comenzaron las filtraciones y noticias de corrupción en las aduanas, en instalaciones petroleras y además el creciente subsidio anual de hidrocarburos al gobierno cubano, lo que permite vender gasolina más barata en la isla caribeña.

Y hace pocos días Omar García Harfuch informó un enorme operativo que permitió el decomiso multimillonarios de huachicol y la detención de un grupo de personas (empresarios y funcionarios) incluidos dos altos rangos de la Secretaría de Marina , supuestamente familiares cercanos al almirante Ojeda. 

Casi en paralelo y en lógica y oportuna batería obradorista, la presidenta Sheinbaum, el fiscal y el propio Harfuch, maniobraron discursivamente para dejar impoluto a Ojeda, ayudándolo con el trascendido colocado en los medios, en el sentido de que desde hace dos años el almirante Rafael Ojeda solicitó a la FGR realizar una investigación sobre irregularidades hacia el interior de la secretaría de Marina, a su cargo.

Sin embargo, actores políticos de la oposición, gran parte del medio periodístico y otros sectores de la sociedad, observan extrañados la forma tan desaeada en que el tema huachicolero persiste en México, con gente, que a su decir, es diferente a la anterior: gente que no miente, que no engaña y que no roba. 

Ante estos sucesos que le afectan en su imagen, sería muy recomendable que el señor almirante Rafael Ojeda, que en su gestión no percibió falla operativa, o no quiso mirar lo que ocurría en los oscuros pasadizos de su sector, tenga el honor que presume y los tamaños para acudir a la Fiscalía General de la República a denunciar lo que corresponda, exigiendo una investigación, deslindándose de cualquier tipo de irregularidad, y desde luego la identificación de las cabezas que deban caer ante el peso de la Ley.

Su formación, su trayectoria, su prestigio y su especial cercanía con el poder obradrorista, no pueden permitir mancha. Y recordemos a los lectores que alguna vez se le observó como prospecto a la gubernatura veracruzana. 

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