Javier Duarte de Ochoa está cumpliendo sus quince veranos en el gran escenario jarocho. Después de haber trabajado algunos años junto a Fidel Herrera Beltrán en la capital del país, apareció con él en Veracruz, cuando el político de Nopaltepec se convirtió en candidato a gobernador. En ese tiempo estaba más a la sombra que en la claridad. Le servía a su jefe en pequeños temas financieros y resaltaba más la función articuladora encomendada a su compañero Érick Lagos.

En el sexenio de Fidel, el joven cordobés se alzó con la subsecretaría de finanzas y administración de la SEFIPLAN, puesto que dejó unos años más tarde para convertirse en secretario. De ahí saltó a la diputación federal por Córdoba, desde donde brincó a la candidatura a gobernador. En todas estas etapas su esposa Karime Macías pudo influir en los asuntos que a ella le interesaban. 

Lo que sucedió en su función como gobernador, en sus seis años de simulación y en los 35 mil millones de pesos perdidos, es por todos conocido. Lo denunció primero Juan Manuel Portal, entonces auditor superior del país; lo denunció su sucesor Miguel Ángel Yunes; lo denunció la PGR por instrucción de Peña Nieto; lo denunció también el ORFIS de Lorenzo Antonio Portilla. 

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A nivel periodístico lo desnudó y desenmascaró el portal Animal Político. A nivel social, muchos burócratas, dirigentes políticos y sindicales, prestadores de servicios, proveedores y contratistas se enteraron de su colección de trapacerías contra las arcas públicas, junto a sus colaboradores principales, casi todos ellos con las manos y brazos enlodados hasta los codos. 

En ese tiempo de gloria en palacio de gobierno, Javier era capaz de matar al amigo de la adolescencia que le recordara el despectivo mote de Karemo (Cara de mono) que en la etapa escolar le endilgaban en el salón de clase.

Duarte empezó a fallar y a desplazarse a la estratósfera, prácticamente desde que tomó posesión del cargo. Hasta su creador e impulsor llegó a decir que haber apoyado a Javier constituía el peor error que había cometido en toda su existencia.

El exgobernador más detestado de toda la historia veracruzana, llegó al reclusorio norte de la Ciudad de Mexico, después de haber sido aprehendido en Guatemala. Su sentencia fue por nueve años de cárcel, mientras su querida esposa se radicó en la ciudad de Londres, Inglaterra.

Después de la caída del prófugo, con cierta regularidad, los mexicanos reciben noticias, comunicados o columnas sobre Javier y sus quejas y ocurrencias desde el RENO. Pero los miles de millones de pesos reclamados, continúan en el enredado entramado creado por dos o tres mentes corruptas que se sienten más vivas que todos.

Esta semana, en una especie de circo que puede servir para acallar los inestables entretelones de la 4T y las incompetencias de Alfonso Durazo con los temas de seguridad, Javier Duarte mandó lastimeros mensajes y cartas amenazadoras, pretendiendo seguir envolviendo a los veracruzanos y a México. 

Pero para ficciones realmente inolvidables, es preferible leer o releer los libros del argentino Jorge Luis Borges.  Y que el tramposo Karemo de Córdoba mejor siga en las sombras soñando con las sabrosas tortas de La Rielera y con los 15 años de mentiras y pillerías en que ha metido a Veracruz. 

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