En estos días de desfiles de catrinas de la temporada de Todos Santos, en el escenario político nacional sobresalen tres afortunados personajes. Karime Macías, neófita solicitante de asilo político en Inglaterra; y junto a ella, dos de los mejores actores del país: Ricardo Anaya, dirigente del PAN y de un frente político de reciente cuño, así como Alberto, del mismo apellido y mañas que el anterior, dueño y señor del Partido del Trabajo.

Los tres han conocido la dicha de vivir una época que les ha sido propicia en todo aquello que conduce a hacer fortuna en tiempo récord.

Pero en el trío que colorea este editorial, la dama en cuestión ha tenido un trato privilegiado que le permite seguir robaleando en el limbo legal y hacendario, mientras que los otros dos fueron evidenciados desde los sótanos del poder.

Anuncios

A ella la han tratado con los pétalos de rosa de la omisión en las investigaciones. A ellos con cañones de lodo y descubrimientos hacendarios, ministeriales y de todos los tipos.

Esto significa que a Karime nadie le ha podido comprobar con quién, cómo y cuánto se quedó. A los otros dos sí los han evidenciado con suficiente saña.

A Ricardo Anaya le han podido desentrañar y publicitar cuantiosas propiedades y traspasos inmobiliarios de varias generaciones de su familia. Al sempiterno Alberto Anaya, a quien acusan hasta de terrorismo, y a su esposa, le han dilucidado propiedades, cuentas bancarias, inversiones, pagos y transferencias electrónicas a cuentas de colaboradores, junto con otras penosas cosillas. Por ello, deben comparecer ante las autoridades Alberto y su señora esposa.

La diferencia de trato con los tres, indica que en las investigaciones legales se están aplicando, como siempre, distintos tipos de cristales para mirar, según sea el sapo, la pedrada y también el efecto bumerang.

A Karime Macías la cuida la protectora red del aceitado sistema priista, que en su caso no ha querido encontrar absolutamente nada sobre ella.

Contra los otros dos personajes, el mismo sistema investigador, ha sido altamente eficiente en dilucidar sus pillerías y las de sus familias beneficiadas. Ha sido certero para atacar, contener, desmembrar, y si le es posible, para sacar del camino y de la vida política a los presuntos culpables.

En el caso de Karime, el perdón pudiera estar afianzado también en Veracruz, donde a pesar de encontrarse los expedientes del desfalco al estado, dichos documentos y pruebas, parece que fueron carcomidos por los ratones o borrados en lo que se refiere a las complicidades que supuestamente la beneficiaron.

Porque resulta muy extraño que ni en la Contraloría General del gobierno de Yunes Linares, se vislumbre nada en el horizonte punitivo respecto a la esposa de Javier Duarte. ¿Será que la irregularidad trascendió el cambio de gobierno?

Hasta ahora, el multimillonario robo a Veracruz está resultando un caso para la araña, o casi para una viuda negra, ya que no aparece el dinero importante por ningún lado. Pareciera que existen complejas complicidades en el estado y en la Ciudad de México. El asunto recuerda aquella vieja obra de teatro del español Lope de Vega, en la escena donde la autoridad pregunta a los sospechosos: ¿Quién mató al comendador? Y todos contestan: “¡Fuenteovejuna, señor!”. ¿Y quién es Fuenteovejuna?, se insiste. A lo que en voz alta le responden; “¡Todos a una!”.

Vergonzosos espectáculos de impunidad y triste destino de dineros públicos que no se destinaron al progreso y bienestar de los mexicanos.

 

Publicidad