La leyenda del rosario de Amozoc surgió en la época virreinal, cuando una población poblana fue destruida a causa de una confusión y de un largo pleito entre grupos de plateros antagónicos. La leyenda sale a colación en estos días en que Rosario Robles Berlanga, una experredista con pedigrí, que después fue colaboradora de Peña Nieto, podría estar sufriendo hechos parecidos a los ocurridos antaño en Puebla.

Pero el caso del famoso rosario de Amozoc traído a cuento, puede compararse no solo con lo que sucede a la exfuncionaria federal de la SEDATU y de la SEDESOL del sexenio pasado, sino que puede aplicarse a toda la política nacional de combate a la pobreza en las dos primeras décadas de este siglo.

De acuerdo con los resultados del informe que acaba de presentar el Consejo Nacional de Evaluación de la Política Social (CONEVAL), la pobreza en México sigue creciendo. Sigue aumentando a pesar de los 2.4 billones de pesos que gastó el gobierno anterior en los diferentes programas sociales. Pero antes de él, los gobiernos de Fox y de Calderón tampoco hicieron mucho, a pesar de haber aplicado muchísimos recursos. Y aquí resurge la palabra confusión, mencionada antes. 

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Los gobiernos de Fox, de Calderón y de Peña confundieron una política social de combate a la pobreza, con una política asistencialista y dadora de recursos a los pobres. Pero lo más grave, es que el gobierno de López Obrador insiste en esa confusión terrible. Terrible, porque ahora se entregan mayores recursos sin mayor compromiso de nadie. Y para que ya no haya problema de críticas y evaluaciones, el jefe de las instituciones nacionales, continúa dinamitando a los órganos autónomos que suelen informar los números fríos y reales.

Rosario Robles es parte de ese rosario de Amozoc que pende sobre la política social mexicana. Si efectivamente desvió recursos multimillonarios a los temas políticos que su jefe le encomendó, y le comprueban el desaguisado, tendrá que pagar con cárcel, no hay más. 

Pero el rosario sigue oscilando como péndulo sobre los esfuerzos y sobre los recursos públicos que debieran utilizarse y aplicarse en políticas de fomento, de crecimiento y de progreso real para los pobres del país. Y solo queda rezar para que AMLO escuche las recomendaciones de que para mejorar, la nación requiere crear fuentes de empleo, no solo que las familias reciban recursos para que tengan con qué comprar artículos.

Alguna vez un experto del desarrollo social comentaba que en el gasto para combatir la pobreza había mucha mala fe y mucha ignorancia. Decía el especialista que, de cada peso erogado en las sedesoles de la época (la federal y las 32 estatales), un tercio iba realmente al combate a la pobreza y el rezago, otro tercio se desperdiciaba en ocurrencias y caprichos de procedimiento y de población objetivo, y el último tercio se destinaba a fines estrictamente políticos. 

En el caso de Rosario Robles, todo apunta a que los más de siete mil seiscientos millones de pesos que se reclaman (la estafa maestra) y que se manejaron a través de instituciones oficiales, universidades y empresas patito, son parte de ese 33 por ciento que va a operación política del grupo en el poder.

Luego entonces, además de la conclusión del caso Rosario, tendremos que esperar a ver quién pone el cascabel al gato y quién termina de rezar ese rosario embaucador para que el Ejecutivo comience a acordarse de los 52 millones de pobres y de que deben salir de su pobreza eterna. Esta sí sería la verdadera transformación mexicana.

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