Será que todo tiempo pasado fue mejor. La respuesta puede ser no. Vivimos en un mundo convulso, pero ello no debería dar pie para ir contra los adversarios favoritos, contra el progreso económico, la desigualdad, el consumismo, la tecnología, el medio ambiente o el capitalismo. Son conclusiones que tendríamos que reservarnos para evitar prejuicios de preferencia que se apartan de cualquier examen atento.

Ocurre que en el mundo occidental, con estos tópicos veneramos a los críticos, o se escucha con encanto a los que insultan o convertimos al primero que se nos pone enfrente en figuras memorables, cuando en realidad no lo son. Surge una verdadera incongruencia entre lo que hacemos y lo que pensamos como consecuencia de las difíciles situaciones en las que se encuentra la sociedad.

Hay que tener la cabeza sobre los hombros, no en otro lugar, para evitar graves tropiezos. Hay que tener el anhelo de hacer el bien, de convivir y de reconocer la verdad, para poder enfrentar las dificultades con cierta calma, “piano, piano”, expresaría el italiano.

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Ese es el deseo de muchos mexicanos que observan que las cosas no van bien en el país. Según el politólogo venezolano Moisés Naím, la Polarización, el Populismo y la Posverdad de las democracias (las tres P´s) “enfrentan a un enemigo nuevo e implacable que no tiene ejército ni armada; no procede de ningún país … porque no viene de ahí fuera, sino de aquí dentro. En lugar de desafiar a las sociedades libres con la destrucción desde el exterior, amenaza con corroerlas desde el interior”.

Aristóteles decía que los animales no actúan; cumplen el “programa” biológico que se expresa en los instintos. En cambio, el ser humano es un animal no especializado, es carencial, no puede vivir por sí mismo, sino que necesita convivir. Posee una flexibilidad, una plasticidad sin límites. Todo esto hace del hombre un ser práxico, lo que consiste en que al actuar el hombre no solo hace cosas, se hace a sí mismo.

Pero como la libertad es la que está ahora en juego en México, es en este país donde debe existir una alerta social -ello no significa que dejaremos de transitar, de asociarnos, de reunirnos, de expresarnos (con mayor cautela)- porque el riesgo es mayor. 

Cada día el gobierno lopezobradorista imprime con velocidad la imposición ideológica que no promueve ni garantiza la libertad de pensamiento, el núcleo esencial que permite elegir la verdad, el placer, lo que nos hace a nosotros mismos, y las verdades a medias que presenta López Obrador, un día sí y otro también, sirven de ejemplo. 

La voluntad de acción de los mexicanos obliga a tener conocimiento de la situación real que se vive en el país, no las ficciones obradoristas que sólo distorsionan. Analizar qué capacidades de actuación se tienen en ese estado de cosas, con voluntad para la elección y la acción, y nada de lo anterior puede estar viciado de entendimiento, ignorancia o actuar a la fuerza.

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En el desconocimiento y la fuerza el acto no es voluntario. Quizá valga la pena preguntarnos en introspectiva : ¿En qué tipo de persona quiero convertirme con mi actuar? ¿Para qué queremos un cambio de régimen en el país?

Esperemos que el famoso pasaje de Medea en las Metamorfosis de Publio de Ovidio ‘Veo lo mejor y lo apruebo, pero sigo lo peor’, no sea el camino que se elija en el México del 2024.

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