El caso Odebrecht y su escándalo internacional de corrupción, condujeron ayer al mediodía al apresamiento de uno de los principales actores mexicanos, si no el de mayor importancia, cuando menos el más mencionado y acusado de varios delitos de su época cercana a Enrique Peña Nieto, expresidente de México.

El huidizo Emilio Lozoya se encontraba escondido en una urbanización de lujo en Málaga, España, tierra que vio nacer al actor Antonio Banderas. Hasta allí fue la policía de ese país y gracias a ello el exdirector de PEMEX desde ayer se encuentra recluido.

El hombre fue culpado de soborno, cohecho y otros delitos. Varios millones de dólares, adquisiciones de residencias y depósitos a cuentas de su familia, se incluyeron en el expediente judicial que le abrieron.

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La noticia de ayer fue un auténtico regalo español al presidente López Obrador, que servirá para que la población olvide un poco los asesinatos, los feminicidios, el fracaso de la Guardia Nacional y del sistema de salud de la 4T, que junto con el avión de la rifa imposible, han demeritado de manera preocupante la imagen del político tabasqueño. 

A partir del anuncio de la detención, en la Ciudad de México se realizan las gestiones internacionales para la extradición del personaje y si todo funciona bien, en algunos meses podrá estar en México para lo que disponga la justicia mexicana.

Por su cercanía y pertenencia al sistema político priista que ahora está casi destrozado, se presume que Lozoya entrará en una etapa de negociación en varias direcciones. En primer lugar, tratará de quedarse en la península ibérica. También podrá negociar con sus cercanos para ser recompensado de alguna manera y aceptar asumir las mayores culpabilidades y castigos correspondientes al régimen peñanietista. 

Pero también podría negociar con las autoridades mexicanas algunas esperadas delaciones que sirvan para distraer también en varios sentidos. Por ejemplo, qué sucedería si haciéndole al malagueño saleroso, Emilio cantara entonado y soltara con claridad y detalle lo mucho que sabe del gobierno de Peña y de las diversas corruptelas de Odebrecht en México.

Como en cascada, podrían precipitarse otros nombres y otros hechos de diferente calibre. Uno de ellos podría ser toda la trama que permitió la instalación de esa empresa en Veracruz, concretamente en la región de Coatzacoalcos. O también, la gama de negocios que trataron de imponer en el estado, en la época de Javier Duarte, cuando este gustaba visitar algunas ciudades de Brasil. 

Caja china o caja de Pandora, cae como anillo al dedo en estos días de mentiras, de timos, de entretenimientos forzados y de fallas garrafales y criminales en diversas áreas de la administración pública federal.

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