Existe una vinculación de Manuel Bartlett Díaz con el estado de Veracruz. Las leyendas y biografías populares señalan que su señora madre fue hija de Salvador Díaz Mirón, el más ilustre bardo veracruzano de todas las épocas. 

Pero esa relación sanguínea con el autor de los versos del poema A Gloria, “hay plumajes que cruzan el pantano y no se manchan, mi plumaje es de esos”, no ayudó a este hombre a cuidar una imagen como persona vertical e íntegra. Todo indica que en todos sus tiempos políticos el señalado exgobernador de Puebla más bien se ha comportado como una verdadera ave de las tempestades.

El comentario viene a cuento porque las investigaciones periodísticas de Carlos Loret, así como la crítica de la izquierda mexicana y de varios actores importantes, insisten en modificarle la celosa y estratégica agenda al presidente de la república. A la revelación de que el eléctrico funcionario poblano no mencionó en su declaración 3 de 3 una serie de casas habitación con un alto valor inmobiliario, se le sumaron en días pasados varias empresas a nombre de familiares y de una suertuda concubina.

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El político de moda, también con antecedentes tabasqueños, al que se le cae el sistema y la memoria con mucha frecuencia, ha sido motivo de ácidas columnas, de cartones sarcásticos y de decenas de memes burlones en las redes sociales, desde el mismo día en que AMLO lo premió generosamente con la dirección general de la Comisión Federal de Electricidad, a mediados de 2018. 

De su tempestuoso paso en la Secretaría de Gobernación en la época del presidente Miguel de la Madrid, basta con seguir las recientes publicaciones en Twitter de uno de los hijos del fallecido Manuel Clouthier “Maquío”, para conocer el sucio papel que desarrolló el hombre fuerte de Puebla en perjuicio del destacado líder panista, a quien consistentemente afectó en su patrimonio personal. 

Otro ejemplo de ese pasado acusador, es el oscuro papel reflejado en la historia política de México -y el más grave de su trayectoria-, el que cínicamente desarrolló en la elección presidencial de 1988, en la que perdió el ingeniero Cuauhtémoc Cárdenas ante Carlos Salinas de Gortari, mazazo a la decisión democrática nacional, que se grabó como la gran mancha mexicana en las luchas de la izquierda latinoamericana.

El problema de Manuel Bartlett es que es un hombre del presidencialismo rebasado y vilipendiado, al que nadie cree en este país, por más que salga a dar entrevistas o conferencias. Solo Andrés Manuel lo tiene junto a él, quizá como parte de su reserva de leones para el circo. No se explica de otra forma, esa obsesiva persistencia de mantenerlo en un cargo al que nada aporta.

Su participación en esta administración de gobierno más bien parece un inconsciente autosabotaje de López Obrador. Bartlett no es un individuo preparado para tareas como las que debe desarrollar en la CFE. De él no se esperan aportaciones significativas que mejoren la operación de ese organismo paraestatal. Y aún no se sabe el costo político y económico de los renegociados contratos de las gaseras trasnacionales, resueltos a finales de agosto por el propio ejecutivo federal con la participación de Carlos Slim. 

Y de administración y temas financieros del siglo XXI el anquilosado funcionario no conoce absolutamente nada, como ya alertó Carlos Urzúa hace pocos meses. Por eso algunos piensan que su complicado caso en el actual régimen no pasará de ser un costoso y complaciente sabotaje de cuarta.

Ah, pero, eso sí, los que pagarán las ineficiencias serán los propios mexicanos, no sus generales.

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