Por lo que se está observando en estos tiempos de la 4T, y ante el mal ejemplo que pone el titular del poder ejecutivo federal, pareciera que dar resultados a la población, ya no es la obligación principal del gobernante o de los gobernantes, y tampoco en los funcionarios de todos los niveles en los tres órdenes de gobierno. Eso hace suponer que para los gobernantes y servidores públicos ya no tuviera ninguna relevancia entregar resultados a la sociedad, sean estas obras de infraestructura, otorgamiento de la seguridad pública, de servicios de salud adecuados, fomento del empleo, mejora de la educación, y todas las actividades inherentes a la administración pública. Pero hay otro fenómeno igualmente preocupante que los ciudadanos en lo particular o en lo general deberían considerar.

La persecución política que en estas semanas realiza el obradorismo en contra del dirigente nacional del PRI, el exgobernador de Campeche, Alito Moreno, junto a las informaciones dadas a conocer, en el sentido de que la Unidad de Inteligencia Financiera de la SHCP está dando seguimiento a diversas transferencias financieras del expresidente Enrique Peña Nieto,  están tratando de envolver y confundir a la sociedad mexicana, en estos tiempos en que se manejan prospectos para gobernar el estado de México y una serie de personajes en las adelantadas pasarelas para encontrar candidatos presidenciales en 2024.

Está ocurriendo un desaforado tira-tira de excremento en todas las direcciones, considerando que, en el contrataque normalizado por los estilos de AMLO, se entrecruzan personajes de todas las corrientes y partidos políticos, degradando feamente a toda la política nacional. Esta circunstancia lleva a otro fenómeno: a la creciente desacreditación de las personas que transitan en los escenarios políticos en cualesquiera colores del espectro partidista. 

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La sensación actual en la persona de a pie, es que en todos los partidos existe demasiado estiércol (y aún hay más), pero que esto también parece ser un mal necesario que, finalmente, como en una especie de filtro, dejará como el mejor candidato o candidata a aquel o aquella que hubiera exhibido mayor eficacia y menor corrupción. Y será en cada uno de los partidos. Pero esta filtración soberana y secreta la darán los ciudadanos a la hora de votar. Al que tenga esas dos cualidades, será a quien le darán los votos.

Esta reflexión surge en un momento en que hasta el propio Dante Delgado es visto como candidato presidencial, para pelearla contra el palacio nacional y sus corcholatas, a lo que de alguna forma se sumarán Ricardo Monreal, Santiago Creel y varios más.

En Veracruz este razonamiento afectará a varios que sienten que pueden buscar la gubernatura, aunque estén embarrados de corrupción y no hayan dado resultados junto a su jefe Cuitláhuac. La pregunta que ya empiezan a hacerse varios es la siguiente: Quién de todos estos mencionados “autopromoventes” puede afirmar que es o fue eficaz dando resultados y que no lo han ensuciado con la mancha de la corrupción. 

Será esta una posible señal divina o un camino viable en 2024 para personalidades como Juan Manuel DiezPepe YunesManuel HuertaRicardo Ahued o Paty Lobeira.

Independientemente de colores, muchos veracruzanos podrían votar por quien reúna dos simples condiciones: más eficacia y menos corrupción.

En Veracruz y en México entero, parece que esos dos serían los requisitos de oro en 2024. 

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