Cuando Francisco Labastida Ochoa y Roberto Madrazo Pintado buscaron separadamente y por única vez la presidencia de la república en los años 2000 y 2006, ya contaban con una reconocida trayectoria en el PRI y en diversos cargos públicos en sus estados de origen o en la propia federación. El panismo los derrotó de manera lastimosa, con todo y sus timbres.

Similar caso fue el de la panista Josefina Vázquez Mota, quien después de ser secretaria de estado con Vicente Fox y con Felipe Calderón, pasó a convertirse en contrincante de Enrique Peña Nieto en 2012. La exsecretaria y exdiputada fue barrida por el sistema político, con una apabullante votación en favor del exgobernador mexiquense, que así se convirtió en el actual presidente de México.

Para la presente elección presidencial, en un abandono de la ortodoxia política y obligado por el tremendo desgaste de la figura principal del PRI—el presidente de la república—, aunado al fuerte desprestigio incrementado por varios exgobernadores que cayeron en actos de corrupción y otros delitos, ese partido tuvo que echar mano de uno de los principales funcionarios del gabinete, que había colaborado a ese nivel con Calderón.

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Con el respaldo absoluto de Peña Nieto, llegó a la candidatura presidencial José Antonio Meade Kuribreña, un funcionario de discreto y eficiente perfil, con alto reconocimiento en el PAN y en el gabinete federal. Había sido secretario de Energía con Calderón, y de Relaciones Exteriores, Desarrollo Social y Hacienda y Crédito Público con Peña.

Su ascenso a la candidatura fue posible después de modificar las reglas del PRI y de hacer a un lado a prominentes aspirantes con hierro tricolor, forjados desde siempre en la disciplina partidaria. El más renombrado de ellos, Miguel Ángel Osorio Chong, en ese tiempo Secretario de Gobernación y antes gobernador del estado de Hidalgo.

Sin embargo, después de seis meses de ocurrido ese parto con dolor y de muchas fugas y ausencias notables en el PRI, la campaña de Meade no camina como se esperaba. Rumores perversos, fake news, encuestas que surgen inopinadamente y el rencor social que no disminuye, son las causas. Y acompañando ese explosivo coctel, un partido en proceso de extinción, con una dirigencia nacional sin brillo y sin brújula, que está provocando que Pepe Mid continúe sumido en las encuestas de las más importantes empresas de estudios demoscópicos.

Esta semana las cosas se le han complicado más al cuasi candidato priista. La revista PROCESO publicó declaraciones del Director de Inteligencia de Estados Unidos, Daniel Coats, en las que vaticina la derrota electoral del candidato del PRI, debido a razones de corrupción, rechazo social y otros graves problemas, como han señalado insistentemente diversos medios de comunicación y analistas políticos nacionales e internacionales.

Los resultados de la encuesta del día de ayer del periódico REFORMA son demasiado ilustrativos, a cuatro meses y medio de la elección: 33% López Obrador; 25% Ricardo Anaya y 14% José Antonio Meade.

El 12 de octubre pasado, este portal de noticias tituló su editorial del siguiente modo: MEADE: SOÑAR CON LA PRESIDENCIA. Por las reiteradas y bajas cifras de las casas encuestadoras, parece que el candidato priista no verá convertido en realidad ese sueño. ¿Acaso el meadismo quedará como necedad o necesidad temporal, o como simple y olvidable moda pasajera?

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