Miguel Ángel Yunes Márquez y José Francisco Yunes Zorrilla compitieron en condiciones desventajosas con Cuitláhuac García Jiménez cuando este logro hacerse de la gubernatura de Veracruz en 2018. 

Para esa elección, Miguel -quien quedó en segundo lugar- sufrió el exceso de protagonismo de su padre, el entonces gobernador, quien pudo colocarlo como candidato, impulsado por la fuerza de un orgulloso nepotismo que al final resultó un lastre pernicioso. Pepe Yunes tuvo que cargar con la enorme corrupción de Javier Duarte y con un partido desanimado y que había sido derrotado en la elección previa, cuando ganó Miguel Ángel Yunes Linares.

Cuando Cuitláhuac se convirtió en gobernador, pudo lograrlo porque se juntaron tres condiciones determinantes: los veracruzanos no querían saber nada del PRI y de muchos actores duartistas o produartistas que pululaban o se reacomodaban en esa elección. Tampoco querían apoyar el nepotismo manifiesto de Yunes Linares. Y, por si fuera poco, todos los candidatos de MORENA estaban subidos en el portentoso y avasallante ferrocarril de López Obrador, candidato triunfador a la presidencia de la república.

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El resultado de esa contienda electoral con una votación histórica en Veracruz y en México entero, también mostró las cifras sobresalientes de Miguel chico y, en el caso de Pepe, los números más bajos obtenidos por un candidato del PRI a gobernador. Pero es bueno analizar lo que ha sucedido en esta entidad durante los tiempos morenistas de Cuitláhuac García como gobernador, para tratar de dimensionar lo que puede venir en las elecciones siguientes con Miguel chico y con Pepe Yunes.

Hay varios factores a considerar: Primero, el morenismo ha ido decayendo en el ánimo popular. Segundo, el gobernador Cuitláhuac no ha podido destacar en su función ni en sus resultados. Y tercero, Aunque PAN y PRI no crecen, como les sucede a los demás partidos, tanto Miguel Yunes hijo, como Pepe Yunes, son personajes que nunca han estado envueltos en temas de corrupción o en asuntos turbios. Y cuentan con recursos para acudir a una elección, de nuevo.

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Por lo tanto, es muy posible que estos dos actores relevantes de la política veracruzana, estén preparando su pronto retorno a la acción ciudadana y a la participación democrática. Como quiera que sea, ambos están en mejor altura y simpatía popular que varios de los gallos morenistas que pretenden competir por la gubernatura en 2024. 

Quizá por ahora estén guardando la sana distancia, dejando que el gobernador trabaje y resuelva los temas pendientes y sobrecogedores que tiene a su alrededor, como son la inseguridad pública, la falta de obras y la pandemia del coronavirus.

O quizá alguno de ellos se encuentre en una lejana distancia, sin ningún interés en participar en más aventuras políticas, dedicado a la docencia o a los negocios.

O lo que sería peor, y que podría ser un craso error, el hecho de que haciendo a un lado su preparación, su herencia y sus genes, hubieran optado por olvidarse de su tierra y de sus pobladores que no encuentran la salida ni opciones válidas, lo que en Miguel y en Pepe se convertiría en una insana distancia de los graves problemas de Veracruz. Insana distancia que podría deberse a insanas razones de índole orgánico, psicológico y moral, sobre todo.

En breve tiempo seguramente podremos conocer a detalle las argumentaciones, los preparativos y los proyectos de estos dos veracruzanos que ya fueron candidatos a gobernador, y que pudieron haber realizado mejor papel que el que muestra García Jiménez, a quien día tras día insisten en despojar de la silla que ocupa, argumentando insensibilidad, desconocimiento, impericia e irresponsabilidad. 

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