Eric Patrocinio Cisneros Burgos es afecto al protagonismo. Las cuestionadas condiciones políticas que muestra el gobierno de Veracruz le ayudan a mantener esa actitud. Y parece que la época invernal le ha resultado propicia en las dos ocasiones que ha disfrutado de ese clima en Veracruz. 

Ni tres días había cumplido en el segundo puesto del gabinete veracruzano, cuando soltó un bombazo declarando que el entonces fiscal Jorge Winckler sería destituido. “Me canso ganso que se va”, dijo parafraseando a AMLO y aprovechando la declaración para ironizar en el sentido de que el funcionario de origen yunista tendría que “andar derechito como regla”. Con ese anuncio se apoderó de la agenda local y comenzó una larga y distractora lucha para sustituir al abogado porteño. Al final, a Winckler lo echaron de la fiscalía.

Este enero, en su segundo año como secretario de gobierno, también de manera sorpresiva, operó una iniciativa para modificar la Constitución del Estado de Veracruz, apoyándose en obsecuentes diputados multicolores. De inmediato se bautizó tal propuesta como “Ley Cisneros”, ya que con ella se pretende que el secretario de gobierno sustituya al gobernador temporalmente bajo ciertas circunstancias.

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De inmediato surgió todo un ramillete de posibilidades y la morbosa salida de Cuitláhuac García, para asegurar que él no “renunciará” y que hará un buen gobierno. Aquí pareció que Cisneros le tiró una bola fácil a su jefe, para que éste la bateara de jonrón, como regalo de reyes.

Al mismo tiempo, algunos diputados aclararon que esa modificación es para adecuar la constitución local a la federal y que cuatro estados ya lo hicieron antes.

Pero lo que no debe descuidarse es el hecho de que alguien ya colocó el tema de la reforma en la agenda. Y no debe olvidarse que podrían aprovechar las cansadas reuniones de trabajo legislativo para realizar la modificación madre: la de permitir que no nacidos en Veracruz puedan acceder al cargo de gobernador. De paso aprovecharían para modificar temas álgidos como el de las pensiones estatales, por ejemplo.

Con una modificación como la que tres o cuatro sueñan, tendríamos como mandatarios veracruzanos a gente como Rocío Nahle, Manuel Huerta o Ricardo Ahued, por ahora impedidos legalmente por ser oriundos de otras entidades federativas. 

Llamó la atención que el asunto hubiera sido presentado por los diputados Erika Ayala y Jorge Moreno, de extracción priista, situación que deja varias lecturas en el aire.

Sin embargo, e independientemente de que ocurran estas modificaciones a la Constitución, la reflexión que surge no tiene que ver con el articulado o con las intenciones políticas que las mueven. Los malos gobernadores jamás cambiarán su constitución mental y moral, aunque la Ley máxima lleve todo tipo de bendiciones y modernidad.

Una constitución “mejorada” no garantizará nunca un mejor mandatario. Entonces la decisión tiene más visos de irrelevante para el bienestar de la sociedad.

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