Han transcurrido más de doce meses desde que Andrés Manuel López Obrador y el partido MORENA arrasaron en las elecciones aquel primero de julio de 2018. Los triunfadores de los comicios prepararon su arribo al poder y ya asentados en él, llevan varios meses componiendo o descomponiendo lo que encontraron en las administraciones federal y estatales correspondientes.

Mucho se habla sobre los aciertos o errores en la federación y en los gobiernos estatales. La lucha anticorrupción continúa su paso. Y los aciertos son minimizados porque tienen que ver con simples entregas de dinero público a adultos mayores, a ninis, a estudiantes, a discapacitados y recientemente a productores. De los errores, estos pueden contarse por decenas, y causan preocupación principalmente a los sectores productivos, a las instancias financieras públicas y privadas y a los medios de comunicación nacionales e internacionales.

Pero la primera observación que debiera hacerse, tiene que ver con la pobre o nula oposición mostrada hasta ahora. Basta con imaginarse otras épocas y otros gobernantes, o tiempos recientes del PAN y PRI, en que, por motivos iguales o cercanos, cualquier pifia, ineptitud, abuso, omisión o ausencia de resultados -como en la tremenda inseguridad pública- se observaban acciones, marchas o movimientos de oposición contra el gobierno, que casi siempre iban acompañados de molestias ciudadanas y afectaciones a la tranquilidad de la sociedad.

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Los partidos de oposición, generalmente de izquierda, salían a las calles y plazas a hacer sentir su rechazo y exigencia de resultados. López Obrador creció como político con ese tipo de estrategias. Pero eso acabó y no se observa cómo o cuándo se verá alguna oposición al gobierno morenista. Si se espera que el otrora combativo PRD haga algo, tendremos que entender que ese partido está pardeando en su atardecer. Del PAN o el PRI, es mejor pensar que pasarán años recogiendo los pedazos en que terminaron sus propias implosiones.

Y si algún viajero se detiene en Veracruz, a contemplar cómo es que se ha detenido el estado desde hace nueve años o más, tendrá que aceptar que aquí, o todos son morenistas convencidos o por conveniencia, o los que disienten o critican, no tienen las mayorías, los medios, los argumentos o las ganas de emprender oposición alguna.

El PRI estatal está desmoronado y sus actores están desactivados por su truculento pasado o en estado de inanición, escuálidos y sin encontrar el rumbo. El PAN está en su pleito por legitimarse como partido, manchado y también chaparrito. Y en los dos casos, los que se atreven a saltar a la palestra, están desacreditados, con palabra hueca y a años luz de la realidad política.

Los que hacen oposición legítima y en favor del pueblo están en otra perspectiva e insisten en sus luchas ciudadanas. El activista Guillermo Rodríguez Curiel y su movimiento LAVIDA se atreven a plantarse frente al presidente de la república en Coatepec para decirle que rechazan la minería tóxica en Veracruz y que quieren resultados concretos para detenerla. Y contra viento y marea, la doctora Patricia Ponce Jiménez mantiene la noble causa social del grupo multisectorial VIH-SIDA en favor de aquellos veracruzanos que requieren medicinas y atención.

Por su parte, el líder de la iglesia católica en Veracruz, el arzobispo Hipólito Reyes Larios, alerta sobre las modificaciones constitucionales que pretenden hacer a los temas de la familia y al derecho a la vida y, sin consideración alguna, señala contundente que al gobierno estatal le hace falta capacitación (entrevista en Lo que Hay).

A mediados de 2021 habrá elecciones. En este momento no se perciben riesgos para que el partido MORENA pierda lo conseguido hasta ahora.

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