El anunciado dedazo del Presidente Enrique Peña Nieto en favor de José Antonio Meade, que se confirmó la mañana del lunes en cadena nacional, terminó de difuminar la endeble unidad priista que desde la cúpula se presumía en los días previos. Miguel ángel Osorio Chong, el más alto prospecto con auténtica savia priista, dibujó su retiro del escenario desde la noche del viernes pasado, cuando comprobó que él no sería el elegido por la voluntad presidencial.

Como señalan las pocas crónicas que relataron su derrota, los primeros en achicarse fueron sus crecidos colaboradores de la Secretaría de Gobernación, a quienes tuvo que informar que no le alcanzó el gas para elevarse a la altura que ambicionaban sus pensamientos.

En cascada desde la Ciudad de México hacia las entidades federativas, muchos ánimos cayeron al suelo. Capitales políticos y económicos que se habían puesto a su servicio, tuvieron que ser retirados ante la marejada meadista.

Por lo que se observa en Veracruz, muchos políticos y no pocas bienquerientes de MAO -como le decían cariñosamente en la intimidad- tendrán que voltear a otro lado y maquillarse de otra manera, reconociendo que no supieron mirar ni las señales de la sociedad ni las del equipo de Los Pinos, que comanda sigilosamente Luis Videgaray, el Córdoba Montoya de Peña Nieto y verdadero poder tras el trono desde la campaña presidencial anterior.

Pero en lo que hace a Veracruz, Miguel Ángel Osorio ha visto en su propio pozo a varios destacados jarochos, que pensaron que el hidalguense constituía la mejor vía para reconquistar el próximo gobierno estatal, perdido por la lamentable desunión priista que también presenta esta entidad.

Su déficit operativo mantiene en Veracruz a un personaje que lo representa bien en todas las ineficiencias: el innombrable paseador y poco talentoso delegado de gobernación Ochoa, quien se obstina en impulsar a la candidatura por el senado a su homóloga en Sedesol Anilú Ingram.

Pero además de prospectos a cargos públicos, de aspirantes a posiciones políticas y de algún terco y fallido precandidato a gobernador, que comprueban que no tendrán nada, en el ánimo veracruzano, y principalmente en el de los colectivos de búsqueda de desaparecidos, se recordará hasta la eternidad el deslucido trabajo de Miguel Ángel Osorio, que quedará como herencia maldita de su mala gestión.

Un enorme osario compuesto por miles de cadáveres que permanecen enterrados en decenas o cientos de fosas sin identificar en todas las regiones del estado y en municipios del norte, centro y sur del estado, como son los casos de Pánuco, Poza Rica, Martínez de la Torre, Actopan, Veracruz, Córdoba, Cosamaloapan, Acayucan, Coatzacoalcos y Las Choapas.

Triste paradoja la que muestra la historia de Osorio Chong y su negro pozo.

Ojalá que los miles de votos que Meade espera que genere su excompañero de gabinete, no desaparezcan en el pozo del desinterés y el rencor, como ya especulan algunos malpensados.

Publicidad