La pandemia de coronavirus que amenaza al mundo y al país está ocasionando enorme preocupación a los veracruzanos debido a tres razones de peso: primera: el estado es uno de los más poblados y más pobres; segunda: el margen de maniobra operativa en las instituciones de salud, se reduce a causa de los conocidos problemas financieros del gobierno local y, tercera, el hecho de que Roberto Ramos Alor, el titular de la secretaria de salud, sea uno de los funcionarios más cuestionados del gabinete cuitlahuista.  

Pero también existe una preocupación adicional. La secretaría de salud federal se encuentra al mando del mediático subsecretario Hugo López-Gatell, un fiel seguidor andresiano que parece ser el obsecuente y pragmático vocero presidencial en temas de salud y, quien por su falta de rigor y exactitud científica, está siendo acremente criticado por expertos en medicina, por políticos y por los medios de comunicación.

Pudiera decirse que tal amenaza a la vida y a la salud de la gente llegó en el peor momento para los mexicanos, y especialmente para los veracruzanos.

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El doctor Ramos Alor ha sido señalado por millonarias adquisiciones directas, por malas designaciones de colaboradores, por irresponsabilidad en temas de suministros para combatir el cáncer, el VIH-Sida y por exceso de superficialidad y negligencia, entre otras fallas.

El médico no dijo una palabra para detener la Cumbre Tajín y prevenir el contagio del peligrosísimo COVID 19. Le hubiese ahorrado al gobernador el mal trago de suspender el evento una vez inaugurado. Tuvieron que zarandear al gabinete en pleno, acusado de subejercicios en el gasto, con críticas constantes, para que este comenzara a movilizarse y a difundir sus acciones. Por cierto, la reunión extraordinaria del Consejo Estatal de Salud, la llevaron a cabo el domingo pasado, en plena crisis.

Ese día por la noche viajó aceleradamente por redes sociales la evidencia de personas infectadas en Veracruz. Un importante hombre de negocios y padre de una joven que había regresado de España, dio a conocer en redes sociales el contagio de su hija, haciendo referencia a estudios de laboratorio, alertando a la población y señalando lo peligroso del virus. Desde el día siguiente, también en redes sociales vuela el mensaje de que “en el puerto hay dos amigas de una amiga infectada, las que están en aislamiento junto con su familia.”

En la zona de Cardel hay personas que trabajaban como migrantes y han regresado de otros países por motivo del coronavirus, entre ellos un matrimonio proveniente de China, quien, al ver los problemas y la psicosis, de inmediato adquirieron sus boletos de avión para volver a su tierra.

Quizá sea necesario que la gente conozca la verdad del avance de este mal. Solo así las personas tratarían de conducirse con cuidado y precaución en su vida diaria. La verdad sospechosa solo es buena cuando está asociada a la literatura hispana, y esta obra en género de comedia, es una ingeniosa crítica a la mentira.

Ojalá y como dijo el lunes por la noche el médico Ramos Alor, en verdad los casos que trascienden, continúen en calidad de sospechosos, como sostienen reiteradamente las autoridades. 

El periodista Froylán Flores Cancela (+) lo sentenció alguna vez: “Problema que se oculta, problema que se agrava”. Esperemos que los hechos den la razón a Cuitláhuac García Jiménez y a Ramos Alor, quienes parecen no medir el peligro de negar lo evidente.

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