En el editorial ¡AH, PILLÍN!, publicado el 3 de octubre pasado, este portal habló de un importante actor de estos revueltos tiempos en México, quien acababa de constituir un frente político y desalojar de su partido a algunos personajes que le resultaban incómodos. Entre otras cosas, esa ocasión se dijo lo siguiente:

“Sus publicistas y aplaudidores dicen que fue formado por uno de los más destacados panistas de los tiempos heroicos. En esos días de hambre y aprendizaje, su discurso ágil y fresco no se alejaba mucho de sus acciones. Sin embargo, quienes lo conocieron en esa etapa, ahora dicen que el joven político traicionó a su ideólogo y mentor.”

“Mientras los años transcurrían, el ambicioso muchacho fue ganando posiciones en el escalafón panista. A muchos sorprendió su facilidad para el debate y para envolver con la palabra. Aparecía y desaparecía a conveniencia en los escenarios. Así, Ricardo Anaya se convirtió en un poderoso prestidigitador. Llegó a parlamentario y después a presidente nacional del PAN. En pocos años amasó una interesante fortuna.”

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“Pero las acciones dicen más que cien mil palabras. El mundo que dibujó y vendió a los mexicanos, se fue cayendo poco a poco. “Por razones de seguridad”, el nuevo rico se fue a vivir a Estados Unidos. Cuando lo descubrieron los medios, armó toda una telenovela, con drama, comedia y farsa, que incluía el manual para describir cómo obtuvo el dinero para esa cómoda vida…”

Y esa cómoda vida de Anaya, lo ha traído a Veracruz para hacer campaña y respaldar la sucesión monárquica con que sueña la familia Yunes Márquez. El domingo pasado, Anaya vino en precampaña, y de paso, a apoyar al candidato azul, amarillo y naranja a la gubernatura, a Miguel Ángel el de los reales apellidos.

En alguno de sus eventos, Ricardo Anaya y su jarana, tomaron inopinadamente a la célebre canción de La Bamba, como vehículo musical para alcanzar el triunfo en Veracruz. Este simpático hecho dominguero, recordó que en la campaña pasada a gobernador, el candidato priista a ese cargo, convirtió esa canción en calabaza, cambiándola y metiéndole groseramente extraños y ajenos ritmos. Por supuesto que esa canallada a la tradición local, provocó que dicha calabaza no se convirtiera en el poderoso carruaje para transportar al lenguaraz personaje al palacio de gobierno.

Pero estos días, la pregunta que vuela entre la población veracruzana, es si esos señores de la audacia y la ambición, serán eficientes para llevar a buen puerto las campañas en que se mueven ahora.

Veremos primero, si con sus hábiles estilos logra triunfar Ricardo Anaya, después de haber convertido en calabaza a un partido histórico y a la posible candidatura de algunas de sus cabezas principales, unos que dignamente tuvieron que emigrar, y otros, que calculando los modos en las alturas, prefirieron quedarse a cumplir la puntual venganza.

En Veracruz, veremos también si con esos afanes, divisiones y desprestigios, Anaya no vuelve calabaza la campaña de Miguel chico a la gubernatura.

En paralelo, en el ámbito del PRI, veremos si el que mal tocó la flauta en ese olvidable 2016—al que la canción se le transformo en pamba y luego en mortal mamba—, no convierte también en calabaza la esforzada campaña de Pepe Yunes y lo conduce a la ruina política. Ruina que desde luego no será para el flautista, que esta vez presume que sí puede, evocando quizá ese fructífero año en que las lenguas enteradas afirman que pudo acrecentar su hacienda.

A ver cómo pinta este año a los hidalgos y a los canallas. Y a ver cuántas calabazas quedan esparcidas en el camino electoral veracruzano.

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