En las últimas décadas el apellido Uscanga ha estado asociado al gobierno del estado y especialmente a la Secretaría de Educación de Veracruz. La dependencia educativa ha sido terreno fértil para la gran familia Uscanga de Los Tuxtlas. Y no podría ser de otra forma para los que alguna vez se autonombraron Los Kennedy de la laguna. Siempre han obtenido puestos de elección popular y posiciones en la burocracia de oro en gobiernos municipales y en instancias del gobierno del estado, además de toda clase de prebendas.  

El amplio organigrama familiar lo encabezan Jorge y Alberto Uscanga Escobar, en ese orden. Los dos tuvieron diversas posiciones en sus años de gloria y de apetitosas nóminas. Después vino Denisse Uscanga y como subsecretaria se adueñó de las fructíferas nóminas de la secretaría de educación ya en este siglo. Con ellas se ayudó a las distintas ramas familiares y se afianzaron alianzas políticas que en los tiempos de la 4T veracruzana, también dieron los anhelados frutos que sembraron los patriarcas tiempo atrás. Los periódicos estatales han dado puntual seguimiento al pertinaz estilo laboral de los jefazos Uscanga.

Y llegó el tiempo de la transformación, del no mentirás, no robarás y no traicionarás, el tiempo del gobernador 10 veces honesto, según López Obrador. Por eso el Cuitláhuac honestón, como lo vende su guía, cumplió cabalmente los acuerdos pendientes de reciprocidad. 

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Por eso mismo nombró a Jorge Miguel Uscanga Villalba como subsecretario de educación media y superior, a su hermano Alberto como subdirector también en la SEV y al otro hermano, Alejandro, de los mismos apellidos, como funcionario en la SEFIPLAN. Con esos nombramientos, se percibe que era una deuda enorme, la que la familia García Jiménez debía a los Uscanga.

Hasta aquí puede hablarse de influencias y nepotismo, sin embargo, debe reconocerse que hay algo peor, pero con la misma marca de la casa catemaqueña. En pleno siglo XXI existen acusaciones en el sentido de que esta gente de cuello blanco pide diezmo salarial a los colaboradores, además de acoso y otras malas artes burocráticas.

Y aquí van los señalamientos, comunicados por trabajadores a los medios de difusión: Que Jorge Miguel muestra su educación “superior” insistiéndole al personal de confianza en la obligada donación “voluntaria” del 10% del sueldo cada fin de mes, a depositarse en la cuenta de una innovadora fundación, cuya dirigente es una joven que al parecer se llama Denís.

De este subsecretario, los inconformes señalan lo siguiente: “Se ha caracterizado porque al personal que asigna a un lugar, le solicita que le entregue una parte del sueldo que recibe, esto como forma de garantizar su contratación y permanencia, y a quienes se niegan a entregar el efectivo, o a solicitarlo a sus subordinados, los ha ido dando de baja”.

Sobre uno de sus colaboradores en el CECYTEV (Centro de Estudios Científicos y Tecnológicos del Estado), el ingeniero Javier Baizabal Cordero, se afirma lo siguiente: “Se han dado varios casos de Covid-19 y aun cuando el personal estaba en periodo de cuarentena, les informaron de su baja por vía telefónica y sin importar años de servicio y desempeño, presumiendo el respaldo absoluto del gobernador, además de enseñar el cobre en el manejo del presupuesto. Se siguen presentando casos de contagio y solicitan una investigación, aparte de que hay demandas laborales que el funcionario no atiende”

Del subdirector de enlace Alberto Uscanga junior, de quien se recuerdan líos por malversación de fondos en la secundaria número 5 de Xalapa, al galante señor le fascina el harem burocrático y el enlace sin compromiso y también la mochada mensual de sueldos que aprendió de joven.

Se cree que la subsecretaría de educación media y superior no es una isla con autogobierno y tampoco debe ser caja chica para nadie. El secretario Zenyasen Escobar debería ordenar una investigación a fondo y amarrarle las manos y los ímpetus al señor Uscanga Villalba.

Los estudiosos dicen que el país no prospera porque lamentablemente existe la transmisión generacional de la pobreza. ¿Será que también hay transmisión generacional de la corrupción?

O es que la 4T hace suya la premisa priista aquella de que “El que no tranza, no avanza” y los uscangitas son una verdadera familia de diez.

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