La doctora Sara Ladrón de Guevara González es la primera mujer que consigue convertirse en rectora de la Universidad Veracruzana. También es la primera autoridad de esa casa de estudios que logra reelegirse en el cargo. Y además de ello, es la primera en tratar con tres mandatarios estatales provenientes de diferente partido político en tres distintas administraciones consecutivas de gobierno en la segunda y compleja década del siglo XXI. Grandes méritos para una dama cuya rectoría no ha podido estar a la altura de las actuales circunstancias nacionales y globales.
Porque es una realidad irrefutable y notoria, que la Universidad Veracruzana ha ido decayendo en su imagen en muchos sentidos. Lo dice la sociedad, lo afirman los alumnos y lo aceptan muchos docentes cuando conversan sobre el tema en reuniones familiares o de amigos.
Sara estuvo en su punto de inflexión el día en que tomó posesión en septiembre de 2013. Habiendo llegado a lo más alto de la universidad -su Alma Máter- a partir de ese momento, ya fuera por inexperiencia, por descuido, o por haberse rodeado de un grupo de colaboradores faltos de solidaridad, compromiso y conocimiento, la señora comenzó a descender de su cumbre y a mostrar actitudes y comportamientos que pocos imaginaron. La soberbia, la autocomplacencia y la desidia en la institución, empezaron a mostrar su peor rostro.
Decadencia en los temas torales de la academia, de la investigación, el escaso impulso a las artes y a los creadores de casa, al deporte, el deterioro de las edificaciones y un extraño manejo en los temas financieros, han sido asuntos reiterados y comentados en su entorno inmediato y en el territorio estatal. Y un tema que ha saltado a los medios de comunicación en varias ocasiones ha sido la poca atención a las problemáticas particulares y sociales del estudiantado en general.
Una de las lacras que no han podido erradicar en las instituciones de educación superior del mundo, es el acoso sexual de profesores a alumnas y alumnos. La Universidad Veracruzana, como tantas otras, lo ha sufrido prácticamente desde su fundación en septiembre de 1944. Las manifestaciones de ese problema se han presentado en diversas ocasiones en varios de los campus universitarios. Pero fue en la Facultad de Psicología en Xalapa este mes de noviembre, donde, de manera inédita, los alumnos, mujeres y hombres, consideraron que había llegado el momento de acabar con esa indigna práctica que afecta la moral, la autoestima y el desarrollo profesional de los universitarios.
Los hechos suscitados la semana pasada, en relación a las protestas e inconformidades por acoso sexual, y a las respuestas de autoridades, entre ellas las de la propia Rectora Ladrón de Guevara, fueron informadas a los veracruzanos a través de los distintos medios de comunicación. Anteayer, y dentro de su derecho de réplica, se publicó una carta de ella en la que habla de vileza y de falta de oficio en un medio xalapeño.
En torno a esa situación lamentable para ella y para el medio, es oportuno recalcar que no debe desviarse la atención respecto al punto central de los nocivos acontecimientos ocurridos en las aulas. Ojalá y que la máxima autoridad de la Universidad disponga del tiempo, de la convicción y de las acciones conducentes que permitan un castigo ejemplar a los docentes infractores; que de una vez por todas se entierren esos tratos deshonestos e irresponsables que desprestigian a la institución y, lo más importante, que se tenga el cuidado de asegurar el respeto cabal a los derechos humanos de las mujeres y hombres estudiantes de la universidad.
Ayer mismo el problema escaló y comenzó a permear en otros escenarios educativos. El gobernador solicitó la urgente intervención de la Rectora. Otros personajes sintieron que pueden sacar beneficio político de una lucha legítima que no debe ser contaminada por terceros.
Sara Ladrón de Guevara tiene una oportunidad de oro para resolver este asunto con visión estrictamente humanista. Tiene hasta el mes de agosto de 2021 para arreglar lo que esté descompuesto en la institución que dirige, si es que quiere dejar alguna huella decorosa en la Universidad Veracruzana.
Aunque ha tildado de “locos” a quienes han demostrado sus errores, la vil-esa, está en tiempo de rectificar y despojarse de sus odios y rencores. Sobretodo, después de observarse las incidencias de ayer en Boca del Río.