A finales de 2019 el mundo conoció la versión más moderna y mortífera del coronavirus, el temible COVID 19, un mal apocalíptico que surgió en China y que está causando muertes y estragos en casi todos los países. En esa nación asiática, la ciudad de Wuhan, que tuvo al primer paciente a causa del virus, está saliendo en estos días de una obligada cuarentena de tres meses que ayudó a contener lo que en otras latitudes ya es una pandemia difícil de controlar.

Nos acercamos al millón y medio de contagiados y han muerto más de 80 mil personas en todo el planeta, principalmente en el país oriental y en otros distantes como Estados Unidos, Italia, España y Francia. En México, la sociedad tuvo que insistir en el aislamiento voluntario ante la inacción y superficialidad mostrada por el gobierno central.

Finalmente, y forzando el criterio de las autoridades, la sociedad mexicana se ha impuesto una cuarentena preventiva, a la que poco a poco se suma el gobierno de la 4T, el cual descuidó al sistema nacional de salud y aún no logra ver la magnitud de la tragedia y la debacle económica que se avecina junto a la pérdida de empresas, de empleos formales y la consecuente disminución de la recaudación fiscal, alimentadora esencial de la política asistencial que sustenta la aprobación del régimen.

Anuncios

Las ciudades del país se sienten semivacías y calladas, con poco movimiento comercial y social. En poblaciones grandes y chicas, la gente trata de seguir la responsable actitud del aislamiento y el cuidado exhaustivo en la higiene, aunque empleados, obreros, profesionistas y campesinos deben salir a trabajar a las instituciones, industrias, despachos y demás actividades productivas urbanas y del campo.

La población católica mexicana está conmemorando la Semana Santa, cuyos días debieran dedicarse a la reflexión y a la oración. En esta ocasión seguramente no habrá salidas vacacionales ni licenciosos festejos. Doble razón para centrarse en la profunda reflexión de los principales valores que mueven al ser humano. Hoy en día la familia y el trabajo son los dos aspectos más importantes en el desarrollo de un individuo. Todos nos esforzamos en tener un trabajo y en formar una familia. Pero este último propósito pasa por el deseo de establecerse en pareja primero.

Sin embargo, las difíciles condiciones de este año hacen complicado mantener un empleo y conseguir una relación de pareja estable que pueda en el futuro constituirse en una familia funcional y duradera.  

Tiempos muy duros, con gobernantes que no terminan de crecer, y con días en los que la fe está expuesta a numerosas y complicadas pruebas. Aun así, será necesario utilizar este tiempo de reclusión conveniente -y de oración cristiana, para muchos- para revisar nuestras expectativas, nuestros proyectos y nuestras posibilidades reales respecto al trabajo, a las actividades productivas y creativas y, en lo posible, a la formación, mantenimiento y conservación de una familia feliz.

Que los días venideros sean apacibles, afortunados y con fe creciente. El próximo lunes esperamos encontrarnos en este espacio editorial.

Publicidad