Ha pasado un año de espera y parece que llegó la hora de trabajar. Si en verdad se quiere un cambio, una transformación como la que anuncian profusamente los actuales tiempos, es preciso que la sociedad entera entienda que llegó el momento del esfuerzo y de la iniciativa propia, la individual, más que la iniciativa privada -los sectores productivos- o la iniciativa pública, la del gobierno.

Se cumplió un año de jauja y borrachera morenista, de promesas y de discursos certeros o mesiánicos. Como grandes resultados de doce meses, deben verse, primero, la instalación y despliegue de la Guardia Nacional por el territorio y, segundo, la inyección de recursos a la economía familiar a través de las pensiones, de las becas y de los pequeños subsidios a productores. De lo demás que se ofreció, lo que hay son ideas, proyectos y presupuestos que aún no aterrizan.

En Veracruz el gobierno cuitlahuista cumplió siete meses. Los resultados son mínimos, ya sea por el cochinero que los otros dejaron o por el cochinero en proceso, por la escasez de dinero del erario, por la manifiesta incapacidad de gran parte del gabinete, o porque se están gastando demasiadas energías en dar a conocer o “comunicar” los avances territoriales y las defensas de la familia del gobernador en el organigrama estatal.

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Los exiguos resultados de este régimen solo se conocen por las redes sociales, las cuales son ineficientes para cumplir medianamente una tarea de comunicación social. Porque, por cada logro que el aparato gubernamental difunde en las redes, aparece un contraataque igual o superior, procedente de la inconformidad social, del disgusto periodístico o del averno en todas sus manifestaciones.

Poco en materia de resultados de gobierno informan los medios de comunicación. Mientras tanto, vuelan los pormenores del ejercicio del nepotismo en varias dependencias, los errores de los nuevos jefes, sus orientaciones sexuales (que debieran ser personales y no motivo de interés), y sus falsas muestras de austeridad, entre ellas el exceso de personal de apoyo, camionetas y guaruras, visto por todos.

Y lo peor es cuando la sociedad parece estar más pendiente del último capítulo familiar, o de los dichos o anuncios imposibles o inviables, que de lo que hacen o no hacen oficialmente los funcionarios con los impuestos de los veracruzanos. Las obras, los programas y las acciones sociales no aparecen por ningún lado, mientras el presupuesto estatal vuela puntualmente y como cada año. 

Los gobernados y los medios de comunicación esperan el contenido del primer informe de gobierno, algo sustancial que no sean páginas con palabras huecas. En la Ciudad de México, cuando se habla del gobernador de Veracruz, salen a relucir las trapacerías de Duarte y Karime, el primogénito de Yunes, y ahora, la deliciosa novela familiar de Cuitláhuac García, vía Facebook.

Veracruz lleva años en el limbo, es preciso dejar los rollos fáciles a un lado y que todos juntos e individualmente empecemos a preocuparnos y a ocuparnos por mejorar y progresar. 

El nepotismo jarocho no debe convertirse en tema de gobierno o de pueblo, aunque los escribidores insistan en detallarlo. Al final es solo circo para entretener más o para envanecer la supuesta gloria periodística. Ya hubo un gobernante a quien bautizaron como “El quince uñas”. Quizá en un futuro alguien hable de “El mil dientes”. Y eso, de qué sirve, a quién interesa.

Esas expresiones populares quedan en el imaginario colectivo. Al final no aportan nada al crecimiento de Veracruz. ¿O es que con eso se conforman los veracruzanos?

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