Cualquiera podría afirmar que se ha completado una década perdida en Veracruz. Y lo más increíble de todo es que las actitudes del gobernador del estado no ayudan a mejorar la situación o la visión ciudadana de las cosas. Las crudas evidencias que no dejan que la gente se entusiasme en un futuro promisorio, o simplemente más tranquilo, hacen recordar aquella célebre frase contestataria de Juan Gabriel, el fallecido filósofo de la canción popular mexicana: “lo que se ve, no se juzga”.

A Cuitláhuac García Jiménez tuvo que sacarlo a flote el presidente López Obrador, en innumerables ocasiones hasta que el xalapeño terminó por cansarlo. El amo de la oficina principal del palacio de gobierno no atendió ni solucionó los problemas de la inseguridad pública, puestos al rojo vivo con las matanzas de Minatitlán y Coatzacoalcos, con las decenas de feminicidios y con el incremento de secuestros, sin hablar de los demás casos sin resolución ni avance.

Tampoco pudo arreglar sus graves problemas de nepotismo, llevados a la propia conferencia mañanera de AMLO, quien hastiado recomendó acabar con ese tipo de lacras. Pero el empecinamiento y descoco del ingeniero Cuitláhuac le hizo olvidar que un verdadero transformador puede perder la familia, la libertad, hasta la vida. Menos la moral, como lo decía Fidel, el de Cuba.

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No supo resolver la terrible problemática en el sector salud, donde un mal secretario y sus pifias escandalosas lo siguen dejando por los suelos todos los días. Las carencias del campo y de los productores agropecuarios fue un tema demasiado complejo para el secretario del ramo, quien es el súper campeón del subejercicio inocultable e inobjetable.

Los periodistas del puerto comenzaron a dibujar desde principio de año a Cuitláhuac, narrando su gusto por la fiesta, por el sagrado “sabadaba”, confirmado por su respaldo millonario a un costoso festival de la salsa en Boca del Río, superior a su apoyo a los temas de la cultura. Corroborado hace poco en el centro histórico de Xalapa con la tremenda calaverada que fue a pasear al límite de su superficialidad y con maquillaje incluido en nocturno viernes de Muertos y aduladores.

Pero lo peor en que ha caído el gobernador García Jiménez es en el hecho de haberse instalado en una peligrosa actitud de soberbia y autocomplacencia, con la que, según sus expresiones, que suelta de manera automática a diestra y siniestra, ni hay problemas, ni hay inseguridad preocupante, ni hay subejercicios, ni hay nepotismos, ni hay ningún tipo de irregularidad en ningún área del gabinete. Solo hay, por primera vez, resultados en todos los temas. El mensaje del Informe, de su primer informe de gobierno, lo transformó en una perorata insulsa, en una aburridora obra de teatro, en pleno Teatro del Estado el sábado, adonde fue con la secretaria de gobernación a hacer una histórica faramalla.

No contento con la catarata de frases huecas e inciertas, esa mañana aplaudió a rabiar a sus colaboradores agradeciendo sus “innumerables aportaciones” a tan brillantes logros de gobierno. Hasta podría afirmarse que Cuitláhuac y sus quince apóstoles de la nueva grandeza de Veracruz, han quedado en la terna para recibir en equipo la Medalla Ruiz Cortines de este año.

Por lo mismo, desde el 21 de noviembre y hasta el 10 de diciembre en el Congreso estatal, con un cerrojazo del que manda en escena, presentarán en 16 funciones la magistral Obra de Gobierno del Régimen Cuitlahuista, de la que se espera la sabia aprobación y el aplauso unánime de los amigos diputados morenistas y adherentes convencidos.

Fiesta, teatro y circo de sobra para seguir dándole su 4T a Veracruz. Y si no les agrada a los señores obispos, pueden continuar publicando las cartas dominicales que tengan a bien.

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