La conferencia mañanera del presidente López Obrador del lunes pasado inquietó a muchos veracruzanos que de inmediato recordaron las trapacerías e irresponsabilidades del exgobernador Javier Duarte de Ochoa, el expriista cordobés que cumple condena en el Reclusorio Norte de la Ciudad de México.

Esa mañana tras una pregunta sobre el Acuario de Veracruz, AMLO afirmó: “En el caso de Veracruz ha habido muy malos gobernantes y llevaba mucho tiempo que no había un buen gobernador como Cuitláhuac…; y me recuerda, a otro nivel, desde luego, a don Adolfo Ruiz Cortines, que fue un presidente honesto, veracruzano, eso es importantísimo”.

Y de inmediato en la conversación pública surgieron las coincidencias que la sociedad veracruzana observa en torno a Duarte y a Cuitláhuac: discurso alejado de la realidad; énfasis en la honestidad y austeridad que no se corresponde con la parafernalia, usos y costumbres de los colaboradores cuitlahuistas; ausencia de luces para el ejercicio de gobierno; endeudamiento constante y justificado mediáticamente; gusto desmedido por la fiesta; gasto excesivo en programas y acciones para el deporte; creciente inseguridad pública, asesinato de periodistas y crímenes políticos, programas sociales y ambientales desinflados y sin presencia suficiente en el territorio.

Pero hay otras señales preocupantes y coincidentes: así como AMLO ha defendido e impulsado a Cuitláhuac García (como si los veracruzanos fueran ciegos u olvidadizos), en su tiempo, el presidente Enrique peña Nieto se desvivió ponderando al entonces gobernador veracruzano con estas palabras: “Javier Duarte de Ochoa y Roberto Borge (mandatario de Quintana Roo, posteriormente denunciado) son dos grandes ejemplos de la nueva generación del PRI”.  

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Y las palabras de López Obrador también hicieron evocar que en mayo de 2014 los periodistas Arturo Ángel y Víctor Hugo Arteaga ya estaban investigando la famosa red de empresas fantasmas que meses más tarde configuraría aquel premiado reportaje del portal Animal Político que enumeraba las complicidades, la corrupción, los mecanismos financieros, las fugas de capitales y los cientos de millones de pesos del erario que la administración duartista había desviado hacia ocultos destinos que más tarde obligaron a la renuncia del propio Duarte y a su huida hacia Guatemala y su posterior caída y extradición a México, recursos públicos incuantificables que se esfumaron en medio de componendas familiares y con cercanos colaboradores y socios comerciales de juventud.

Las desaforadas expresiones presidenciales sobre García Jiménez resultan ofensivas para Adolfo Ruiz Cortines, uno de los veracruzanos ilustres y ampliamente reconocido por la historia nacional, cuya gestión y valores morales no tienen nada que ver con lo mostrado hasta ahora por el caro e inepto seguidor de Andrés Manuel.

El desaseo administrativo y la falta de resultados del gobierno actual en Veracruz seguramente producirán investigaciones periodísticas como las de los reporteros mencionados. 

Y no es cuestión de tiempo, porque en realidad nadie sabe dónde comienza y dónde termina, sino que el poder como la juventud se acaban. Las visiones jarochas no terminan de alejarse.

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