En una entrevista realizada el 7 de agosto del año pasado en el programa Lo que hay en Palabras Claras, Cuitláhuac García Jiménez, gobernador electo de Veracruz, lamentaba la negativa de Miguel Ángel Yunes Linares para reconocerle el apabullante triunfo obtenido en las urnas un mes antes. Ese día, el flamante ganador de la gubernatura avisó molesto: “Ofrecí una salida pulcra, no lo quiere así, entonces que se atenga a las consecuencias”.

Estamos a un mes de que termine el primer año de gobierno de Cuitláhuac, y también a un mes de que concluya el plazo constitucional de un año para que el exgobernador Yunes Linares pueda librar la posibilidad de que se le inicie un juicio político, como diversos grupos y organizaciones han planteado desde meses antes.

Pero la posibilidad de un juicio político no es lo único que puede estarle preocupando a Yunes. Sabe que el propio gobierno federal le sigue los pasos. Y en Veracruz, desde el mes de enero varios de sus colaboradores cercanos han sido denunciados en la Fiscalía General del Estado, sin que hasta ahora se conozca el efecto de tales denuncias. Siente que su grosera palabrería y sus irregularidades no le serán perdonadas. Cuitláhuac está vengando a AMLO, su mentor y protector. Por lo pronto, a Miguel Ángel ya le dijeron algo que no tenía contemplado: que su última Cuenta Pública de 2018 será sometida a un segundo y puntual escrutinio legal y financiero para ver si puede ser aprobada algún día.

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Y noviembre es un mes clave para estas temibles circunstancias persecutorias. El gobierno actual necesita un fuerte impacto distractor ante la población veracruzana, más allá de sus nerviosas exposiciones, maquillajes y catrinas para festejar la temporada de muertos, porque su titular sabe que en materia de resultados tiene muy poco para celebrar. Y la gente jarocha no olvida ineficiencias, corruptelas y opacidades.

Pero la notoria temblorina yunista debe haberse acrecentado ante el “estate quieto” que les pusieron esta semana a Javier Duarte y a Karime Macías. Al primero, le recordaron que hay muchos pendientes de su administración, y a la segunda, le anunciaron que la justicia se ha encaminado hacia ella y a los millones de pesos robados a Veracruz, que dicen que la señora atesora en algún lugar del mundo.

Sin embargo, estos casos no son todo lo que hay para espantar y sorprender en Veracruz, además de las graciosas y cuitlahuistas calaveradas de estos días. Anteayer se había informado la detención de Juan Carlos Lastiri, exsecretario de SEDESOL de Puebla y frustrado aspirante a gobernador. Que fue aprehendido, sin que se tenga la evidencia de la acción, por su complicidad en la célebre Estafa Maestra que instrumentó Rosario Robles, ahora presa en el reclusorio femenil, cuando el aludido fungía como subsecretario federal de la SEDESOL y la SEDATU, desde donde la experredista operó multimillonarios fraudes al erario.

En relación a este escandaloso asunto, cabe recordar que en el gabinete veracruzano—contando con la cariñosa complacencia de Cuitláhuac—se ha enquistado uno de los personajes operadores de esa estafa que insulta a la nación. Miguel Ángel Vega García, excontralor con Rosario Robles, cuando ella fue secretaria federal, es ahora un consentido funcionario anticorrupción, a quien graciosamente le dieron un nombramiento como director general de la Contraloría del Estado. Esperemos que el gobernador atine y, aunque tarde, corrija ese gravísimo error.

Estos escenarios al estilo Halloween son los que deben estar produciendo escalofriantes temblores de noviembre a Miguel Ángel Yunes Linares, a Karime Macías Tubilla y sobre todo al nada suertudo contador Vega García, que ya debe sentir muy cerca la guadaña morenista. 

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