Jesús Lezama

Lo que sucede en el país con el imparable asesinato de periodistas, es la más visible muestra de impunidad del gobierno de México. Desde el púlpito no se respeta al periodismo ni a los medios de comunicación. La dinámica del monólogo palaciego es el golpeteo y la crítica a quienes no están con los gobiernos vinculados al presidente López Obrador. Esos son los climas que matan y ahí están los resultados: 11 periodistas asesinados en 2022. Puede afirmarse que cada 12 días ha sido asesinado un periodista mexicano en lo que va del año.

México es el segundo país más peligroso para ejercer el periodismo por detrás de Ucrania, nación en guerra desde mediados de febrero, alertó Human Rights Watch. Y en nuestro país, el ambiente es tenso y sombrío. El desprecio al gremio periodístico nacional ha sido la constante, desde la llegada al poder de la 4T; según el morenismo, es así porque “todos ellos son chayoteros o conservadores”, según la pobre retórica que ahora se usa para desestimar al gremio y a los adversarios políticos.

Desacreditar, difamar y ningunear, son algunas de las armas que se instruye manejar cuando los funcionarios lopezobradoristas -o cuitlahuistas en el caso de Veracruz- son exhibidos de que, con todo y el discurso del guía, ellos sí roban, sí traicionan y sí mienten. 

No entienden que, en los medios de comunicación, en los periodistas, la misión es apegarse a la verdad, alejarse de la mentira y realizar un esfuerzo diario y constante, cuidando lo que debe trascender. 

El asesinato de las periodistas Yesenia Mollinedo Falconi y Sheila Johana García, de la agencia informativa El Veraz, ocurrido en Cosoleacaque, Veracruz, de inmediato fue desestimado en redes sociales por plumas orgánicas que ‘informaron’ que al interior del vehículo habían encontrado estupefacientes. ¡Y eso qué! Acribillaron a dos personas. Esa es la constante: hacer creer que los infortunados, andaban “en malos pasos”.

Pero ese es el estilo en los gobiernos morenistas, creer que en las redes sociales todo se resuelve y todo se difunde con eficacia. Es más, hasta contratan empresas para medir alcances y la difusión de medios, cuando la tecnología puede maquillar esas cifras con un clic. Y en efecto ‘las cifras no mienten, pero los mentirosos las utilizan para mentir’.

Esa impericia, o ignorancia, en muchos casos, es la que no permite aceptar que el verdadero periodismo, los medios de comunicación y columnistas más notables no son los más leídos, sino los más creídos entre sus lectores. Los periodistas están obligados a decir las cosas como son, no como se creen que son.

Aunque no se puede soslayar que a los del poder les agrada la adulación, no la crítica. Por eso vemos medios de comunicación y ‘periodistas’ que sin pundonor publican, comentan y argumentan proyectos inviables o logros de gobierno -o de actores políticos- inexistentes, bajo el argumento de ‘tengo que comer’, lo que, a esas plumas de a peso, les hace ser-viles, ser seres inconscientes y personas sin dignidad.

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Y eso también le sucede al gobernador Cuitláhuac García. Después de la muerte de las jóvenes periodistas, utilizó en Twitter el discurso facilón “habrá justicia y no habrá impunidad como lo hemos dicho y hecho en otros casos. El gobierno ya no es omiso ni cómplice, vamos tras ellos”. Un cliché, como lo calificó recientemente el articulista de La Jornada (un medio afín al régimen de gobierno), Enrique Galván Ochoa.

Es claro, a Cuitláhuac García ya nadie le cree, y en México, se mata a periodistas solamente porque se puede.

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