Jesús Lezama

Desde el seno familiar se inculca que hay tres derechos fundamentales contra los que nunca se debe atentar: la vida, la libertad y la propiedad. De esa manera se evitan un montón de problemas. Pero esta enseñanza ocurre cuando en la familia hay valores. 

La vida es el derecho más importante de las personas; la libertad -en su sentido más amplio- es un valor de la familia humana que tiene como base el reconocimiento intrínseco a la dignidad personal; la propiedad tiene que ver con el derecho de toda persona a usar, gozar, disfrutar y disponer sus bienes.

Y está reflexión viene a cuento porque en los últimos días ha cobrado revuelo el retroceso jurídico-social que hay en Veracruz, al tipificar como delito los “ultrajes a la autoridad”, tal y como se publicó en marzo pasado, en el decreto 848 que reformó diversas disposiciones al Código Penal de esta entidad.

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Ahora, con el mínimo pretexto, cualquier persona puede ser encarcelada, enjuiciada y sentenciada de cinco a siete años de prisión, sí se prueba que no trató o se dirigió correctamente hacia algún funcionario público. 

Pero como la Constitución mexicana establece -en su artículo 108- que los funcionarios públicos son “los representantes de elección popular, los miembros del Poder Judicial de la Federación, los funcionarios y empleados y, en general, toda persona que desempeñe un empleo, cargo o comisión de cualquier naturaleza en el Congreso de la Unión o en la Administración Publica Federal, así́ como los servidores públicos de los organismos a los que esta Constitución otorgue autonomía”, ahora resulta que a ningún disfuncional funcionario se le puede decir nada “desagradable” -cosa totalmente subjetiva-, ya que aquel que cometa ese “grave pecado” corre el riesgo de perder la libertad.

El trato hacia nuestros semejantes siempre debería ser de la mejor forma, no hay duda. El respeto a la autoridad no se puede exigir, se gana. Sin embargo, es de reconocerse que no siempre amanecemos o estamos del mejor modo, lo que en ocasiones genera diferencias o incomodidades que lastiman a los otros; ello también forma parte de la condición humana.

La Constitución es la ley fundamental contra los lobos que amenazan los derechos de libres e iguales. En estos tiempos, la manada de servidores públicos que dicen gobernar en Veracruz -en los tres poderes del estado- quieren asaltar el redil para intimidar a sus adversarios y a los que no se sumen a su proyecto.

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A un lobo hay que aguantarle la mirada, si se la pierdes ataca. Así que vale la pena reflexionar lo que aconseja el maestro Fernando Savater: “hay simpatizantes de los lobos, unos porque pertenecen a esa jauría y otros porque creen que viven amurallados contra ella. Pero no, también les llegará el turno de ser devorados. Sí, cuidado con los lobos. Pero sobre todo… ¡cuidado con el bobo feroz!”

Ojalá que a Veracruz llegue la Noche de Paz, porque hay muchos asaltadores y criminales; muchos sinvergüenzas y toda clase de maleantes…

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