El asesinato de Juan Carlos Mezhua, exalcalde de Zongolica, vuelve a desnudar la ausencia de autoridad que permea en amplias regiones de Veracruz. Este domingo, de acuerdo con reportes preliminares, un grupo armado interceptó al exfuncionario en una carretera de la región y lo ejecutó a balazos, en un ataque que hasta ahora permanece rodeado de opacidad.
Como ya es costumbre, las autoridades no han confirmado el punto exacto de la agresión ni han ofrecido una versión oficial que permita entender qué ocurrió. La respuesta institucional se ha limitado a acordonar la zona y esperar a que peritos y personal de la Fiscalía lleguen a levantar indicios que pocas veces conducen a la verdad.
Mezhua era una figura política relevante en Zongolica, con presencia y arraigo en la sierra. Su asesinato no solo sacude a la región, sino que vuelve a exponer la fragilidad de la seguridad en municipios serranos donde el Estado parece presente únicamente en el papel. La población, consternada pero no sorprendida, observa una escena que se repite con alarmante normalidad: líderes comunitarios, funcionarios, activistas o ciudadanos silenciados a manos de grupos armados que operan con total libertad.
Mientras tanto, el gobierno mantiene silencio sobre posibles responsables, móviles y líneas de investigación. Una estrategia que ya se ha convertido en política pública: administrar la crisis, minimizar el impacto y esperar a que la indignación social se diluya.
El homicidio de Juan Carlos Mezhua es un recordatorio más de que la violencia en Veracruz no se detiene y que la sierra de Zongolica continúa siendo terreno fértil para la impunidad. La exigencia es clara: menos discursos y más resultados. Porque cada asesinato que queda sin respuestas es una derrota más del Estado frente a la criminalidad.








