Xalapa, Ver. – El titular de la Contraloría del Estado, Ramón Santos Navarro, llegó al Congreso con un discurso tan interminable que parecía castigo divino. Saludó a medio planeta, respiró profundo y arrancó con un recital de cifras como si la repetición automática pudiera fabricar honestidad donde no la hay.

Según el funcionario, en su comparecencia por la Glosa del Primer Informe de Rocío Nahle, Veracruz es ahora un paraíso de auditorías, comités, controles y cursos de ética. Pero en el mundo real -ese que no aparece en los PowerPoints- los casos de acoso laboral, abuso de autoridad, violencia institucional e impunidad embarran la imagen del primer gobierno estatal encabezado por una mujer en Veracruz.

Mucho número, cero vergüenza

La Contraloría presumió 10 mil auditorías. Diez mil. Pero ni una palabra sobre los jefes que gritan, humillan, amenazan, hostigan, persiguen y se sienten virreyes impunes en diversas dependencias.

Curioso: revisan hasta el último ticket de taxi, pero no tocan ni con un pétalo a quienes aterrorizan a sus subordinados, cocinan expedientes, esconden irregularidades y medran con el presupuesto estatal.

Transparencia selectiva, le llaman.

El combate a la corrupción versión Veracruz: muchos papeles, pocos culpables

El ORFIS detectó 398 observaciones. Y después, silencio. La Contraloría las “turnó”, palabra mágica que en Veracruz significa: archivar hasta que se olvide.

Mientras tanto, trabajadores relatan que la consigna dentro del gobierno es clara: “Callas o te corren”.

Y si denuncias acoso, hostigamiento o abuso, te investigan, pero a ti.

Para rematar, no faltaron los diputados zalameros. Ejemplo: Marcelo Ruiz, del Verde Ecologista, quien no se cansó de aplaudir al contralor, siguiendo su vieja costumbre de adular al poder en turno.

Obra pública: el reino de las adjudicaciones y los jefes intocables

Muchas licitaciones, muchas empresas beneficiadas, muchas cifras que suenan a progreso. Pero cero explicación sobre por qué proliferan historias de trabajadores castigados por cuestionar anomalías, ingenieros intimidados y empleados presionados para firmar actas falsas.

El mensaje es simple: Para la Contraloría, la corrupción es un problema, mientras no venga de alguien con cargo, protegido por esposos incomódos o desde el Palacio de Gobierno.

Adiós IVAI. Contraloría juez y parte

El gobierno presume como logro haber extinguido al IVAI y absorberlo en la Contraloría. Traducido: el vigilado ahora es su propio vigilante.

Nada dice “confianza institucional” como desaparecer al árbitro incómodo y entregarle el partido al equipo que juega sucio.

28 sanciones en un océano de abusos

La Contraloría reportó 259 resoluciones y apenas 28 sanciones. En un estado donde las denuncias por acoso y abuso se multiplican como hongos en temporada de norte, la cifra es un insulto.

Pero eso sí, siempre hay tiempo para capacitar a miles de burócratas en “ética”. Ética de salón. Ética de diapositiva. Ética que sirve para posar en la foto.

Mientras tanto, en oficinas reales, la ética termina escondida entre carpetas y miedo.

Gobierno encabezado por una mujer, denunciado por violentar mujeres

El discurso oficial insiste en “empoderamiento”, “igualdad” y “no violencia”. La realidad lo contradice a diario:

  • Trabajadoras hostigadas por jefes protegidos.
  • Servidoras públicas amenazadas por directores con impunidad garantizada.
  • Funcionarias desplazadas por no obedecer órdenes absurdas o políticas.
  • Mujeres revictimizadas por denunciar violencia.

Un gobierno que proclama igualdad, pero practica intimidación.

Un cierre nervioso… y un silencio elocuente

El contralor Ramón Santos cerró prometiendo “honestidad” y “cercanía con el pueblo”. Muy nervioso. Muy emotivo. Muy institucional.

Lástima que omitió lo único relevante:

  • Que su administración huele a acoso, prepotencia e impunidad.
  • Que su “transparencia” es opaca.
  • Que su “honestidad” es discursiva.

Y que en el “primer gobierno encabezado por una mujer”, el amor a Veracruz empieza -y parece que termina- entre prácticas alcohólicas, acoso laboral y un descontrol que nace precisamente en la oficina que se supone debe garantizar ética, transparencia y honestidad.

Porque si algo ha quedado claro es que en la Contraloría el ejemplo no se predica: se brinda, se oculta, se revictimiza y se archiva.

¡Por amor a Veracruz!… ¡Que viva la fiesta! ¡Que viva la siesta!, gritan desde la Contraloría General, mientras la impunidad les sirve los tragos y la ética, discretamente, pide su renuncia.

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