Xalapa, Ver. – Luego de la contingencia sanitaria, la vida pastoral de la iglesia, seguramente no será igual aseveró el vocero de la arquidiócesis de Xalapa José Manuel Suazo Reyes quien añadió que encontrarán nuevos desafíos y todos se tendrán que adaptar a nuevas exigencias. 

“Con la ayuda del Espíritu Santo, la Iglesia seguirá cuidando el bien espiritual y físico de sus fieles”, dijo.

En su comunicado dominical recordó que el pasado 4 de junio de 2020, a través de un comunicado firmado por Monseñor Oscar Roberto Domínguez Couttolenc, obispo de Ecatepec, se presentó la Jornada Nacional de Oración por los Sacerdotes Mexicanos a desarrollarse los días del 4 al 19 de junio de este mismo año.

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La jornada tiene por objeto: orar, acompañar y ayudar a los presbíteros, con el fin de tener sacerdotes, testigos mensajeros de esperanza, ante un nuevo comienzo que nos ha marcado la pandemia del COVID -19.

“Es un hecho que los sacerdotes acompañan el caminar y progreso de los pueblos, participan de sus gozos y alegrías, así como de sus tristezas y angustias. Un párroco por ejemplo vive dentro de su territorio parroquial y por lo mismo se entera de muchas maneras del acontecer que vive su comunidad”, añadió.

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Sostuvo que, a imagen del buen pastor que alimenta a sus ovejas, el presbítero tiene la Palabra de Dios, los sacramentos, los tiempos de convivencia, los momentos de oración y la catequesis a través de lo cual nutre la fe y la vida de sus feligreses. 

“Tenemos muchos sacerdotes ejemplares que viven de forma callada, discreta, generosa y fiel su ministerio. Ciertamente también reconocemos los límites y problemas que puede haber en el ejercicio del ministerio presbiteral y por ello la necesidad de acompañar y animar la vida de los sacerdotes para trabajar en acciones preventivas y de ayuda ante quien enfrenta alguna situación delicada”, refirió.

Expuso que los obispos son los primeros responsables de la formación, acompañamiento y cuidado de sus sacerdotes. 

En la atención a los sacerdotes, el obispo funge como “padre y hermano que los quiere, escucha, acoge, corrige, conforta, pide su colaboración y hace todo lo posible por su bienestar humano, espiritual, ministerial y económico”.

Por eso, añadió, el presbítero está llamado a cultivarse continuamente, debe fortalecer su santidad y cultivar su corazón de pastor ante esta nueva realidad que estamos comenzando. 

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