Ayer por la noche, después de una jornada de escarceos y vaivenes, la honorable legislatura del estado, en su versión más minúscula, utilizó senderos peligrosos para hacer efectiva la designación del Fiscal Anticorrupción que les había encaminado el gobernador Miguel Ángel Yunes Linares. Los diputados del PAN lo llevaron a cabo con exceso de ruido, junto a otros legisladores que demostraron que ya no saben ni quién los gestó con ese carácter tan veleidoso.

Marcos Even Torres logró, quien sabe por cuánto tiempo, ser el fiscal. Y se menciona de esa manera, porque su apurada designación salió de un evento que preludia otros actos de esa naturaleza. Emergió como un conejo de la chistera de un payaso o de un mago. Pero en el escenario veracruzano de estos tiempos pudieran venir otros actos circenses como puede ser un paso de la muerte en el trapecio, o como un arriesgado hombre bala que cruza el espacio hacia confines desconocidos, con los riesgos de que no exista red salvadora.

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Lo que se vio fue un enésimo hecho de ficción, que puede servir como hermoso cuento chino. Y puede durar unas horas, un día o algunos más. Lo suficiente para que distraiga a los veracruzanos y no se percaten que ya no hay resultados de este gobierno. El festival del circo bien puede sustituir esas necesidades que la gente reclama. Con un simple pulgar abajo, Marcos puede ser echado a los leones.

El porvenir del circo es la risa y la marcha hacia otros lares. Nunca será la estabilidad.

Qué tal que mañana, o en los días siguientes, nuestro gobernador recuerde que le sale bien el papel de demócrata, y al filo del mediodía y con los reflectores a toda luz, ordene a sus súbditos del congreso, dar marcha atrás, y dejar ese asunto como estaba y como exigen las estrellas morenistas del momento.

Veracruz vive “El cuento de nunca acabar”, si, ahí donde había un rey a quien le encantaba oír contar cuentos. Apenas se terminaba uno cuando ya quería otro, y no había narrador que aguantara ese maratón. El rey era caprichoso como un niño malcriado, y a tanto llegó su deseo de escuchar cuentos, que no se tentó el corazón y ofreció la mano de su hija al hombre que fuera capaz de contarle un cuento que no terminara nunca. “Cuando yo muera decía, él heredará mi reino, pero si no puede continuar el cuento indefinidamente, le cortaré la cabeza”.

Y no sea que, en plena canícula, el veracruzano Even se transforme en un británico ever.

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