No sólo por su voz que virtuosamente se movía entre el gospel, soul, pop, blues, R & B, jazz e incluso ópera, sino también por su impacto social que encarnó la cultura negra de Estados Unidos a fuerza de talento, Aretha Franklin fue una de las figuras culturales trascendentes del siglo XX.

La muerte de la llamada “Reina del Soul” a los 76 años de edad deja una influencia que es amplia e indeleble y que obviamente se escucha en voces que le siguieron desde Mary J. Blige hasta la misma Adele, e incluso cantantes hombres como Luther Vandross.

Franklin revolucionó la música negra y la forma en que era absorbida y percibida por la sociedad, ayudando a crear un mundo en el que hoy damos por sentado que una cantante como Beyonce pueda reinar sobre la música en la cultura popular.

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Pero quienes la conocieron aseguran que era una figura emocionalmente compleja, una mujer que disfrutaba de su estado de diva, pero cuyas vulnerabilidades e inseguridades siempre parecían acecharla.

Su éxito público enmascaró una vida privada de turbulencias y pérdidas, lo que le convirtió en un personaje intrigante impulsado por fuerzas en conflicto.

“Franklin era descarada pero naturalmente tímida, urbana pero hogareña, segura pero imprudente, y esa humanidad profunda y complicada impregnó su música de autenticidad”, aseguró el columnista Brian McCollum del Detroit Free Press.

La voz de Franklin fue una fuerza singular, que la lanzó a nivel mundial y le valió una multitud de laureles a lo largo de las décadas, incluidos 18 premios Grammy, la Medalla Presidencial de la Libertad y doctorados honorarios de un conjunto de instituciones.

“La Reina del Soul” le cantó a presidentes y a la realeza, y se hizo amiga de líderes afroamericanos de alto perfil como los Reverendos Martin Luther King Jr. y Jesse Jackson.

Pero fue su sencillez y calidad humana la que en ocasiones le ganó más.

En una oportunidad Franklin sustituyó a un enfermo Luciano Pavarotti en los Grammy de 1998, y sólo tuvo 20 minutos para prepararse. En una impresionante demostración de su brillantez musical, le dio a la ópera todo el impacto emocional de su música popular sin dejar de ser fiel a su música clásica.

En medio del brillo global y la aclamación, ella permaneció fiel a su hogar adoptivo en el área de Detroit durante décadas, incluida la casa de Bloomfield Hills donde se mudó a finales de los años 80.

“Mis raíces están ahí. La iglesia está allí. Mi familia está allí. Me gusta la camaradería de Detroit”, le dijo Franklin al Detroit Free Press en 2011.

Criada en una dieta musical ecléctica de gospel, R & B, música clásica y jazz, que floreció en una iglesia de Detroit donde su padre era un carismático predicador, Franklin se codeó con cantantes como James Cleveland, Mahalia Jackson, B.B. King, Sam Cooke y Smokey Robinson.

De ahí surgió para convertirse en la artista afroamericana más distinguida de todos los tiempos, rompiendo todos los esquemas colocando 100 éxitos en las listas de R&B de Billboard y alcanzando el número uno con 20 de ellos.

Dos músicos excepcionales que saben de esto y han recorrido un amplio camino fueron los primeros en pronunciarse sobre la muerte de esta gran figura. Los Beatles que aún sobreviven Paul McCartney y Ringo Starr alabaron a la artista por su impacto musical.

“Tomemos un momento para dar gracias por la hermosa vida de Aretha Franklin… que nos inspiró a todos por muchos muchos años”, escribió McCartney en sus redes sociales, mientras que Ringo apuntó “Dios bendiga a la reina del Alma” .

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