Según unos archivos desclasificados por la Dirección Federal de Seguridad Mexicana, el escritor colombiano fue observado de cerca por el gobierno azteca, sospechoso de ser “agente de propaganda” de Cuba

En el año 1981, el presidente francés Francois Mitterrand anunció su visita a México, estableciendo una comunicación oficial con el gobierno de José López Portillo, mientras, en secreto, también mantenía contacto con otro interlocutor influyente, el reconocido escritor colombiano Gabriel García Márquez.

La residencia del autor en la Ciudad de México se había convertido en un enclave diplomático informal, donde se reunían emisarios franceses, funcionarios del gobierno cubano y líderes de partidos de izquierda latinoamericanos, incluido el secretario general del Partido Comunista de Chile, Luis Corvalán.

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Estos reveladores hechos fueron documentados en archivos desclasificados recientemente por la Dirección Federal de Seguridad Mexicana (DFS) y publicados por el diario El Universal.

Según estos registros, durante casi 20 años, desde 1967 hasta 1985, el autor de Cien años de soledad fue objeto de vigilancia por parte de los servicios secretos mexicanos.

La DFS, equivalente mexicana de la CIA, llevó a cabo actividades de persecución de elementos subversivos de izquierda y espió a artistas e intelectuales entre las décadas de 1960 y 1980, incluyendo al reconocido poeta Octavio Paz.

García Márquez, de quien se conocía bien su apoyo a la Revolución Cubana, llegó a México en los años 60; allí escribió su icónica obra, que le permitiría más adelante obtener el Premio Nobel de Literatura, y se convirtió en un objetivo de la DFS.

A partir de la década de 1970, las llamadas telefónicas del escritor fueron interceptadas y tenía informantes encubiertos y paparazzi en su entorno. Según afirma el diario, se registró una conversación en la que García Márquez informaba al director de la agencia cubana Prensa Latina, Jorge Timossi, que los derechos de su novela Crónica de una muerte anunciada eran para Cuba.

De acuerdo al expediente de la DFS, esto confirmaba que García Márquez no solo era pro cubano y pro soviético, sino que también era un agente de propaganda al servicio de la Dirección de Inteligencia de ese país.

Además, los informes registraron las reuniones que tuvieron lugar en su casa antes de la visita de Mitterrand. García Márquez actuaba como intermediario entre los líderes de la izquierda latinoamericana y el gobierno francés, gracias a su amistad con el filósofo Régis Debray, asesor de Mitterrand. Sin embargo, el espionaje no logró infiltrar su círculo más íntimo, y las pruebas existentes se limitan a registros fotográficos de dichas reuniones.

Hasta ahora, solo se han desclasificado documentos que abarcan hasta 1985, mientras que los archivos posteriores se mantienen en reserva. En 2009, el diario El Universal anunció una segunda entrega que abordaría la relación entre García Márquez y Fidel Castro, ampliando aún más el conocimiento sobre esta fascinante historia de conexiones políticas y literarias.

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