El gran ejército ruso ya perdió al menos 50.000 soldados, muertos o heridos, desde el comienzo de la guerra que ahora llega a su día 144, caracterizada por incursiones masivas e intensas y ataques con misiles, especialmente en el frente sureste.

El jefe del Estado Mayor de la Defensa del Reino Unido estimó que las fuerzas rusas perdieron más del 30 % de su efectividad de combate en el campo y confía en que Rusia es una “nación más menospreciada de lo que era a principios de febrero”.

Por eso, explicó el almirante Tony Radakin, el ejército ucraniano está “absolutamente” convencido de ganar la guerra contra “una Rusia en dificultades”.

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Un debilitamiento que no encuentra eco en Moscú, que sí ha subido el tono de la retórica belicista.

El expresidente ruso Dmitry Medvedev amenazó con un “fin del mundo, inmediato, que de ninguna manera podría evitar” si las fuerzas ucranianas atacan Crimea.

Según el actual subjefe del Consejo de Seguridad Nacional, Rusia alcanzará sus objetivos y los intentos de Kiev de “resistir hasta el último ucraniano conducirán al colapso de su actual régimen político”.

Pero la advertencia del “halcón” moscovita va dirigida también a los países de la OTAN, cuya negativa a reconocer como territorio ruso la península que da al mar Negro constituye una “amenaza sistémica” para Moscú, que podría desembocar en un enfrentamiento directo.

Palabras de fuego rechazadas al remitente por Kiev. Mikhailo Podolyak, asesor del presidente Volodimir Zelensky, respondió menospreciando la figura de Medvedev, llamándolo “una personita olvidada por la historia que intenta mostrarse seria y amenazante, pero que en realidad solo despierta lástima”.

Un ida y vuelta a medida que se desarrolla el drama sobre el terreno: el fuego ruso no perdió su intensidad, con incursiones violentas en la región de Odesa y en la zona sureste de Mykolaiv y Zaporiyia.

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Según la policía de Kiev, hasta el momento se recuperaron “1.346 cuerpos civiles” solo en la región de la capital, la mayoría de ellos con heridas de armas de fuego rusas.

En Vinnytsia, en cambio, en el centro del pueblo, un cortejo fúnebre acompañó los restos de la niña de cuatro años que perdió la vida en un ataque con misiles la semana pasada, donde murieron 23 personas y una está reportada como desaparecida.

El asesinato de Liza Dmitrieva, que tenía síndrome de Down, conmocionó no solo a Ucrania.

En tanto, un ciudadano británico detenido por separatistas prorrusos apareció en un video en la televisión rusa donde le pidió ayuda al primer ministro Boris Johnson, afirmando que corre el riesgo de ser condenado a muerte.

Se trata de un hombre de 50 años de Sunderland, capturado en mayo mientras luchaba junto al regimiento Azov durante la Batalla de Mariupol.

Otros dos británicos, Aiden Aslin y Shaun Pinner, también capturados en la ciudad portuaria del sur, fueron condenados a muerte por un tribunal de la autoproclamada República prorrusa de Donetsk.

Tampoco hay paz en la agencia de inteligencia y seguridad interna ucraniana: según un análisis de Politico, las turbulencias políticas entre los agentes secretos ucranianos habrían derivado en actos de traición que facilitaron la invasión rusa y que podrían haberle costado a Ucrania la ciudad estratégica de Jerson.

Por ello, según la misma fuente, Zelensky está pensando en una purga dentro de los mismos servicios.

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