Quedan un poco más de 40 días para que el estado de Veracruz decida la elección de su gobernador. Un poco más de 6 millones de ciudadanos de los 212 municipios podrán acudir a las urnas que se instalarán desde temprano el primer domingo de junio próximo en las casillas electorales.

Hasta el momento se percibe que la verdadera contienda se dará entre la fortalecida oposición y el partido oficial, encabezados por Pepe Yunes y Rocío Nahle. 

Pero a lo largo de las semanas, la población observa un sorprendente crecimiento del candidato de la coalición PAN-PRI-PRD y el esperado rechazo social contra Rocío Nahle y toda la poderosa carga a su favor, originada erróneamente desde el palacio nacional, gracias al dedo elector de López Obrador, que de manera antidemocrática y autoritaria ignoró los señalamientos y acusaciones periodísticas que la acompañan casi desde su designación como secretaria de energía y funcionaria responsable de la refinería de Dos Bocas en Tabasco, que nadie sabe cuándo entrará en operación y a qué costo.

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El obradorismo oficialista acabó de tajo con las serias posibilidades de Manuel Huerta y enterraron también las de algunos cuitlahuistas que soñaron con la designación sin tener posibilidad alguna para competir y manchados con la capa de incompetencia e irresponsabilidad del gobierno de Cuitláhuac García, cuyo único mérito fue haber sido hijo de Atanasio García Durán, viejo compañero de lucha de AMLO. 

Pero lo que más afectó a Rocío Nahle García, fueron las consistentes pruebas de corrupción mostradas al país entero por el empresario Arturo Castagné, quien acaba de denunciarla ante la Fiscalía General de la República, previa campaña intensa de acusaciones que hizo él en varios medios de comunicación nacionales. 

Castagné presentó incuestionables pruebas de enriquecimiento ilícito vía propiedades inmobiliarias de ella y sus familiares cercanos en varias ciudades importantes, además de una grosera y evidente utilización de lujosos vehículos de campaña que se viralizaron. A esta enorme tormenta en su contra, la señora le sumó su conocido y rústico estilo político, en el que suele abusar de la soberbia, la prepotencia y la nula sensibilidad y capacidad de comunicación con la sociedad. 

Todos esos elementos y circunstancias se unifican para que la población entera considere seriamente el cambio radical de personas en las principales estructuras políticas y de gobierno en Veracruz a partir de diciembre de este año. No quieren saber más de Cuitláhuac y su mediocre equipo, y tampoco quieren saber nada de Rocío Nahle y de Morena y de la posibilidad de que se termine de destruir a esta entidad federativa.

Y para fortuna del equipo de campaña de Pepe Yunes, conformado por destacados políticos y liderazgos regionales, por el panismo en pleno, por el priismo leal y por el perredismo abandonado por López Obrador, mucha de la gente de la burocracia, obligada a acudir a mítines proselitistas, está dando muestras de hastío y rechazo a las incesantes pruebas de enriquecimiento y corrupción de los altos jefes cuitlahuistas y sus familias.

Por todas estas razones, en Veracruz sí habrá una elección de estado, pero en contra de Rocío Nahle y todo lo que ella representa. El estado de Veracruz no quiere saber nada de ella, ni de gobiernos como el de Cuitláhuac García, rebasado por la delincuencia, por la incompetencia y por la corrupción, y donde sólo la gente del palacio tuvo una transformación desde la pobreza a la riqueza mal habida.  

Los sectores sociales y productivos y Veracruz entero verán este 2 de junio una auténtica elección de estado contra Rocío Nahle y contra los corruptos gobiernos de Morena y la 4T. Pepe Yunes es el gobernador que quieren los veracruzanos.

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